Neptuno: un caballo que cambió 138 años de injusticia - Manuel Cases

ADDAREVISTA 14


NEPTUNO: UN CABALLO QUE CAMBIÓ 138 ANÑOS DE INJUSTICIA - Manuel Cases

“Lo he conseguido”. Este era el comentario que, por lo bajo, expresaba el guardia Sebastián Carretero, de la Sección Montada de la Guardia Urbana de Barcelona, el día 4 de noviembre de 1994, junto con su caballo, Neptuno, en el exterior del edificio hospitalario de la Facultad de Veterinaria de Barcelona. En su interior, simultáneamente, procedían a la firma de un protocolo a tres bandas: Juan Torras, Regidor del ámbito de la Vía Pública y miembro de la Comisión de Gobierno del Ayuntamiento de Barcelona, Joaquim Sabaté i Aranda, Presidente del Colegio de Veterinarios de la Provincia de Barcelona, y Margarida Arboix i Arto, Decana de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona en Bellaterra. Firmaban un convenio por el que el caballo Neptuno, de 28 años de edad, no apto ya, por su edad, para el servicio, era cedido, hasta su muerte, para su custodia y buen trato, a la Facultad de Veterinaria, costeando su manutención y atenciones veterinarias la Facultad y el Colegio de Veterinarios, reservándose el Ayuntamiento su propiedad.

No fueron los únicos que optaron por hacerse de él para el resto de sus días: varias asociaciones animalistas se habían interesado y el departamento de Medi Natural de la Generalitat de Catalunya propuso trasladarlo al Parc D’Aiguamolls de l’Empordá. La solución adoptada fue, creemos, la más acertada. Neptuno, con 28 años - cuando la vida de un caballo oscila entre los 25 y los 30, siempre que haya estado bien cuidado – necesitaba de unas atenciones muy específicas tanto en alimentación, pues se le tenía que dar la comida triturada por la debilidad de su dentadura, como veterinarios, por la artrosis que padecía. Allí contaba con un personal especializado y dispuesto a atenderle, no tan solo de parte del profesorado, sino del alumnado, que demostró un enorme interés y cariño por este animal. Pero el guardia Carretero, que compartió con Neptuno 12 años de su vida, no fue el único que se preocupó por él. Otro agente del cuerpo manifestaba días anteriores en un reportaje de la televisión catalana, sin poder contener sus sentimientos, que “solo me preocupa que lo traten bien, que piensen que tienen sentimientos… No sé a donde irá”.

Estos son solo dos ejemplos del sentir del personal que esta cada día compartiendo su trabajo diario con ellos en la Sección Montada de la Guardia Urbana de Barcelona. Malestar que se ha podido constatar en toda la unidad.

Barcelona es una gran ciudad mediterránea: progresista, moderna, con un alto sentir cívico, y posee mucho de lo que puede sentirse orgullosa. Más aún ahora, pues con el paso de las últimas Olimpiadas se le ha dado el espaldarazo definitivo en obras, servicios e instalaciones que durante décadas resultaban de una necesidad evidente. El Carrusel de la Sección Montada de la Guardia Urbana de Barcelona ha sido, durante muchos años – cuando la ciudad no podía presumir de tanto, su orgullo y embajador a los más lejanos lugares. Una de las más espectaculares apariciones fue durante la ceremonia inaugural de los últimos Juegos Olímpicos. Vistosidad, entorchados, plumeros al aire, banda y lanceros, en ajustadas filigranas, iban trenzando, acompasadamente, figuras que causaron admiración por doquier. Caballo y jinete formando una unidad compacta: un animal y un hombre. Pero, luego, ¿qué ocurría?; el hombre tenía reconocidos todos sus derechos y el animal ninguno. El caballo estaba bien cuidado y recibía el cariño del guardia que lo tenía asignado hasta que llegaba el momento en que, ya inservible para continuar su cometido, tenía que causar baja. Aquí empezaba la desazón. Y aquí empezaba el bochorno de una gran ciudad que se ha valido de ellos para difundir su imagen allende nuestras fronteras y que, hasta ahora, se había manifestado incapaz de mostrarse sensible hacia ellos.

El trámite era muy sencillo: cualquier administración local, a medida que sus utensilios de trabajo ya no sirven por defectuosos, viejos u obsoletos, ha de desprenderse de los mismos. Y lo hace, también, de forma administrativa. Así pues, van a la subasta pública mesas de despacho, máquinas de escribir, coches semiútiles o para el desguace y … ¡caballos!. Sí, eran los caballos de la Sección Montada de la Guardia Urbana de Barcelona. Se comprende la tristeza y el desasosiego de los guardias con quienes habían convivido tantos años y que sentían por ellos un lógico cariño. Su final dependía del mejor postor. Había quienes tenían mejor suerte que otros. La realidad es que iban a parar a picaderos en donde se les explotaba y se les acababa de hundir, en manos de gitanos – aunque algunos de ellos los cuidan bien -, arrastrando calesas para turistas… y el final, tristísimo, era el matadero. Quién conozca un poco el mundo de las subastas, los subasteros, “las subastillas”, etcétera, podrá entender qué poco se tenían en cuenta los idealismos. Lo que primaba, como es lógico, era la última rentabilidad, sobre un pobre e inteligente animal que, inútil o viejo, sufría en sus últimos años el más triste de los fines.

Desde que fue creada, los caballos de la Sección Montada habían tenido este destino. Fueron 138 años de incomprensión, desconocimiento, desinterés y una rutina que, afortunadamente, se quebró el pasado día 4 de noviembre de 1994. En el año 1967 entraba en las cuadras de la calle de Wellington de Barcelona un caballo que sería excepcional. Le llamaron Neptuno, un alazán andaluz de tres años de andar majestuoso. Fue tal su docilidad, su entereza, su espíritu de colaboración, su entrega en los más difíciles ejercicios, dejándose caer haciendo “el tumbado” y levantándose con el jinete, que pronto adquirió una justa fama. Ya en los años 1990 y 1993 se le dedicaban artículos en la prensa y figurará escrito para siempre su nombre en los anales de la Sección Montada.

Neptuno iba a sufrir el mismo destino de sus antecesores: la subasta. No solo él, pues se acostumbraba hacer lotes de dos o tres caballos. Fórmula perfectamente burocrática y administrativa para las máquinas de escribir – ahora ordenadores -, pero que dificultaba enormemente que cualquier persona amante o sensible con los caballos pudiera adjudicarse alguno. Y facilitaba, por el contrario, ostensiblemente, la opción a los subasteros. Un acertado artículo aparecido en la Vanguardia de Barcelona (05/19/94) con la firma de Domingo Marchena – quien ya había incidido en el tema un año antes – despertó inmediatamente el interés ciudadano, que se reflejaría en la sección de Cartas de los Lectores. Esta vez, la primera, el Ayuntamiento, con el consenso y apoyo de otras instituciones, logró el milagro: Neptuno sentó historia al no ser subastado y hasta el fin de sus días, un mes y medio después de ser entregado a la Facultad de Veterinaria, gozó de buena, asegurado y merecido retiro.

¿Y Bodeguero, con 16 años en el cuerpo? ¿Y Saturno, con 23? Y todo el resto que les iban a seguir? ¿Continuarán siendo simples útiles de desecho? ¿Podía consentir una ciudad como Barcelona esta falta total de sensibilidad? Evidentemente, no, y parece ser que esta vez lo hemos conseguido. El momento era bueno. La opinión pública esta cada vez más informada y concienciada con el problema, y aporto su decisiva colaboración. El Ayuntamiento de Barcelona, de quién dependía exclusivamente la solución, se mostró dialogante. Había que encontrar una solución, lógica e inteligente, que no supiese una hipoteca a perpetuidad para el erario municipal y que facilitase la adquisición – en la forma jurídica más conveniente- de los caballos a particulares o instituciones con las suficientes garantías de ofrecerles un buen trato hasta el fin de sus días. En principio, se han suspendido las subastas para siempre. Bodeguero y Saturno no serán subastados. El Ayuntamiento ha decidido enviar a los animales retirados del servicio a la escuela municipal rupestre o a otras entidades dignas de confianza y esta buscando en la actualidad una nueva ubicación y unas instalaciones más dignas. Toda la ciudadanía debe felicitarse por esta muestra colectiva de civismo. De vez en cuando, los idealistas ganamos alguna batalla. Pero …!es tan costoso!

- Neptuno falleció el día 4 de noviembre de 1994 de un ataque al corazón después de superar una neumonía.

LA GUARDIA URBANA SE EXPLICA

En declaraciones exclusivas para ADDA DEFIENDE LOS ANIMALES, y antes de la decisión del ayuntamiento de conceder un retiro digno a los caballos a su servicio, el portavoz y relaciones públicas de la Guardia Urbana de Barcelona, Javier Alegre, como contestación a varios de estos planteamientos de esta publicación, desde el punto de vista del bienestar y el destino final de los caballos de la Sección Montada, nos manifestaba:

“Los caballos marchan de la cuadra por tres motivos: por su edad, por cuestiones o defectos físicos o por un comportamiento que no se adapta al servicio policial. Nuestros caballos desarrollan dos clases de servicio: el de protocolo y el policial, como es el orden público o la regulación del tránsito; si no aceptan las grandes aglomeraciones, a los 6 o 7 años tendrán que marchar de la cuadra. Nos gustaría que la mayoría de nuestros caballos tuviesen una jubilación como Neptuno. Pero la ley está hecha como esta hecha. El administrador y el propietario es el Ayuntamiento de Barcelona; nosotros somos tan solo una unidad orgánica y debemos darle salida a lo que la ley establece… pero nuestro corazón muchas veces…”

HISTORIA

La sección Montada de la Guardia Urbana de Barcelona fue creada en el año 1865. Constaba de 8 caballos alojados en los sótanos del Ayuntamiento. A principios de siglo se trasladó a su nueva “casa”: un pabellón que había sido construido para exhibir maquinaria en la feria Universal de Barcelona del año 1888. Y allí continua albergada la Sección hasta nuestros días. La vetustez actual de las instalaciones y la falta de espacio son evidentes, desde hace tiempo se esta a la espera de nuevos locales, pero pugnas políticas hacen que, hasta el momento, no se haya encontrado una solución.

Faltan boxes para todos y cada uno de los caballos y la mayoría viven agolpados, creándose vicios no recomendables, como movimientos estereotipados de balanceo de derecha a izquierda, apoyarse contra la pared y aspirar aire lo que produce aerofagia con las consiguientes “ventosidades”, etc. La promiscuidad produce problemas jerárquicos con un cabecilla que debe ser respetado por el resto.

La sección Montada la componen una plantilla de 60 a 70 agentes – actualmente 63 agentes, de los que 5 son femeninos – con una cuadra de alrededor de 50 caballos; la mayoría alazanes andaluces para el Carrusel, tordos para la banda y toros. Los caballos son enteros – no castrados -, por así considerarlo conveniente los responsables para los ejercicios que se les exigen. Su alzada máxima es de 1.70 metros y el peso medio cerca de los 400 kilos. Entran a los 5 años y suelen estar en activo de 17 a 18 años. Los 26 de Neptuno resultan ser un caso excepcional. Se adquieren como potros provenientes de las ganaderías, en su mayoría andaluzas, en donde han estado en libertad; después vendrá la doma de pesebre, la silla y cinchas, estribos, bocado… Hasta dos largos años para poder intervenir en el Carrusel, tiempo que se acorta a 8 meses para las labores policiales. El primer Carrusel del que se tiene constancia se realizó en el año 1910 en la plaza de toros de Las Arenas de Barcelona – ahora, desde hace años, en desuso – en honor de una visita a Barcelona del rey Alfonso XIII. En 1953 se renovó en su mayoría el espectáculo, que resulta ser el actual, adquiriendo gran fama internacional. El carrusel fue uno de los números integrantes de los actos inaugurales, en 1992, de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Las figuras del Carrusel, alrededor de 50, se componen de giros, cruces al galope, tijeras de una, sencilla de tres, doble de una, doble de dos, el “aspa”, la “flecha” y el “tumbado”, en el que el caballo debe tumbarse en el suelo, figura de reminiscencias militares, cuando así se hacía en la lucha cuerpo a cuerpo para utilizarlo como protección.

POR SI NO LO SABE

  • Salvaje: El caballo en estado salvaje es de costumbres gregarias. Se agrupa en manadas de 5 a 6 individuos. Normalmente un macho con sus yeguas y crías, que acompañan a la manada durante un año antes de independizarse. No es propenso a entablar peleas en razón de pareja o territorio: relinchos, gestos de orejas, nariz, patas y cola ponen, sin mayores problemas, fin a las discrepancias.
  • Doméstico y cuidados: El caballo doméstico precisa de bastantes cuidados. Ha perdido su posibilidad de relación. Precisa de una cuadra suficiente, limpia y aireada, con un terreno vallado adyacente para correr, brincar, pacer – si lo permite el lugar – y quemar sus energías. Hay que montarlo preferiblemente a diario, ducharlo, secarlo y cepillarlo – le encanta en las crines y el lomo, siendo una excelente ocasión para establecer con él -, y hay que inspeccionar sus cascos y herraduras.
  • Goloso:Le gustan, como golosinas, las algarrobas, las zanahorias y las manzanas. Los caramelos o el clásico terrón de azúcar deben ser como premio, pero sin abusar, no sea que nos encontremos que este mas atareado urgando en nuestro bolsillo …
  • Precaución: A un caballo nunca hay que acercársele de frente, pues su visión no es buena desde esta posición, y al vernos de repente, podría asustarse: siempre es preferible acercarse de costado. Sus orejas nos pueden indicar su estado de ánimo: fijas hacia delante, el caballo esta en tensión o preocupado; de lado y con ciertos movimientos, esta relajado.
  • Alimentación: Como de tres a cuatro veces por día. Es recomendable una mezcla equilibrada de avena, cebada, salvado y paja. Y una ración de lino una vez por semana, pues es bastante dado a los cólicos.

 

Ong ADDA  Marzo 1995


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