La caza en Andalucía

ADDAREVISTA 54

La denuncia de cacerías irregulares de jabalíes en el sevillano Parque Natural de Doñana es una de las últimas iniciativas de la Asociación para la Defensa de los Animales (ASANDA) contra las actividades irregulares de la actividad cinegética en la Comunidad Autónoma Andaluza. A pesar de no existir ningún informe que aconsejara controlar la población de jabalíes en el coto, cinco cazadores ajenos al personal del parque nacional, fueron autorizados a abatir a 20 jabalíes con lanzas y a caballo, a pesar de que esta modalidad está prohibida. ASANDA denuncia que “la autorización no ha tenido como fin el control de jabalíes es un espacio determinado, sino otorgar un permiso con apariencia de legalidad para unas jornadas de caza a la vieja usanza del señorío andaluz, con un procedimiento ineficaz y cruento”.

La asociación animalista andaluza ASANDA se opone a los Planes de Ordenación de los Recursos Naturales que promocionan las prácticas cinegéticas como si fueran una actividad de ecodesarrollo. Aunque reconocen que la caza es una importante fuente de ingresos para ciertos sectores, alegan que las inversiones que se realizan para asegurar el aprovechamiento de los recursos cinegéticos debieran destinarse a fomentar otros recursos alternativos.

La asociación animalista andaluza declara al respecto: “Este biomagnicidio, llamado caza deportiva, no sólo es un asunto ético y moral inaceptable para quienes defendemos a los animales, sino también un atentado medioambiental injustificable en términos económicos”. ASANDA apoya sus afirmaciones en los datos que el naturalista Joaquín Araujo recoge en su libro La muerte silenciosa:

Cada año se matan más de 25 millones de "piezas" legalmente (casi 1 por segundo) entre ellas 20.000 ciervos (1 cada media hora), 40.000 jabalíes (1 cada cuarto de hora), 10 millones de conejos (1 cada 3 segundos), 4.200.000 perdices (1 cada 7 segundos).

En el año 1989 se envenenaron cerca de 200.000 animales en cotos para preservar la caza.

Cada año entran unos 10.000 animales protegidos, heridos por disparos, en centros de recuperación.

Se desconoce cuántos millones de animales quedan heridos sin cobrar, agonizando durante días antes de morir.

Cada año se disparan más de 100 millones de cartuchos (más de 3 por segundo). Eso significa que 3 millones de kilos de plomo, una de las sustancias más tóxicas y persistentes, siembran cada año, de forma legal en nuestro territorio. Se conocen casos de intoxicaciones por plomo en personas que han consumido aves, que a su vez han picoteado plomos procedentes de cartuchos. La reciente prohibición de utilizar cartuchos con postas de plomo sólo afecta a las áreas húmedas.

Hay más de 30.000 kilómetros de cercas cinegéticas (suficientes para recorrer más de 30 veces España de Norte a Sur).  Existen cerca de 3.000 kilómetros de señalizaciones  cinegéticas, lo que supone cerca de  16.500 hectáreas deforestadas por causa directa de la caza.

El dinero invertido de manera directa en la caza equivale al doble de todos los presupuestos dedicados a proteger la naturaleza y el medio ambiente.

El argumento de que los cazadores son los primeros interesados en proteger la Naturaleza se basa en que si se acaban los animales, se termina su diversión. Eso es como afirmar que los traficantes de drogas son los primeros interesados en mantener la salud pública. Hay pruebas que evidencian que, además de simple, la afirmación es falsa. Hay países de nuestro entorno europeo donde los cazadores ya han terminado con la actividad cinegética. También hay quien sostiene que los terrenos dedicados a la caza son los mejor conservados, lo cual es cierto desde el punto de vista cinegético, pero no es comparable con los terrenos dedicados a preservar la naturaleza en su totalidad.

Tiro al pichón y codornices al tubo o caza enlatada

Los cazadores suelen molestarse cuando se les denomina escopeteros. Alegan que ellos son deportistas, ecologistas, amantes de los animales y muchas cosas más. Pero sus palabras se quedan vacías ante la realidad de los hechos. Es de suponer que los cazadores más responsables son los socios de la Federación Española de Caza (FEC), ya que es la que vela por la práctica cinegética ética. Sin embargo, la FEC no sólo permite, regula y organiza campeonatos de tiro al pichón, sino que también lo hace con los campeonatos de codornices a tubo.

Tiro al pichón: pichones (crías de paloma) con las plumas de la cola cortadas (sirven de timón y sin ellas el vuelo es inestable) son desenjauladas ante filas de escopeteros que disparan por turno. Gana el que más pichones abate. Los pichones heridos que no se pueden cobrar agonizan durante horas, y los que escapan ilesos no pueden subsistir con la cola cortada.  

Codornices a tubo: codornices de granja son lanzadas al aire a través de tubos de aire comprimido. Filas de escopeteros las acribillan por turno, como en el tiro al plato, pero con seres vivos. También pueden ser lanzadas con la mano, no sólo codornices y pichones, sino cualquier otra ave de granja, como faisanes, perdices o pavos.
Pero estos deportistas no sólo se conforman con practicar estas cruentas modalidades de caza. En la actualidad, está de moda la organización de monterías en espacios cercados con abundancia de animales en su interior. Lo que  convierte los lances cinegéticos en verdaderas masacres. Cuando faltan los animales para cazar, se dispara a cualquier otro animal. En este sentido, Antonio Pérez Henares, autor de Los nuevos señores feudales, relata en dicho libro cómo en una partida de caza mayor y con previo permiso del propietario, utilizaron como blanco a dos toros y dos vacas bravas. 

Ong ADDA -Junio 2017


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