Los buitres no cazan, ni atacan
Durante mi adolescencia trabajé como educador ambiental en el Campamento Félix Rodríguez de la Fuente instalado en el Refugio de Rapaces de Montejo de la Vega, en la provincia de Segovia, un espacio custodiado por WWF e integrado en lo que hoy en día es el Parque Natural de las Hoces del Riaza. La particularidad de este magnífico cañón fluvial y las peñas que lo rodean es que acoge la colonia de buitre leonado más importante de Europa.
Durante los diferentes turnos del verano era frecuente que los guardas trajeran a las instalaciones del campamento algún buitre herido o algún joven caído del nido. Aquellos hallazgos nos brindaban la oportunidad de estudiar de cerca las características de estas rapaces: su equipo biológico, las diferentes características de su plumaje o las herramientas con las que la naturaleza los ha dotado. Y era entonces cuando los jóvenes e inexpertos naturalistas –como los llamaba el gran naturalista- que asistían a aquella aula de naturaleza al aire libre descubrían que el buitre era efectivamente una rapaz, pero no cazadora, sino carroñera: incapacitada por tanto para acosar, atacar o capturar ningún animal vivo, sencillamente porque no están equipados biológicamente para ello.
Los buitres no tienen poderosas garras dotadas de aceradas uñas, como las de águilas o halcones, sino unas torpes zarpas de largos y gruesos dedos prensiles acabados en uñas de punta roma diseñados para agarrar, no para acuchillar. Sus picos son alargados y muy potentes, pero no son el afilado estilete de un azor ni la temible daga de un águila real, porque el pico del buitre no está diseñado para matar sino para arrancar, estirar o desgarrar.
Los buitres son aves veleras que aprovechan las corrientes térmicas para sostenerse en el aire sin el menor esfuerzo. Con una envergadura (la distancia de punta a punta de ala) de más de dos metros y medio estos pesados planeadores son incapaces de perseguir a ninguna presa porque no pueden cernirse, hacer un veloz picado o realizar el más mínimo requiebro. Y sobre todo no tienen el instinto del cazador: son aves necrófagas. Llevan miles de años especializándose en el ejercicio de una función fundamental: la de actuar como agentes sanitarios al hacer desaparecer los cadáveres de los grandes mamíferos salvajes y del ganado.
Los buitres son inmensamente holgazanes. Su ley básica es la del mínimo esfuerzo. Pasan la mayor parte de su tiempo “subidos” a las térmicas: las corrientes de aire caliente ascendente que les permiten planear sin pegar apenas un aletazo ni gastar energía. O instalados sobre los cantiles de los cortados rocosos de sus territorios, oteando el cielo en busca de una columna de congéneres que les anuncie la presencia de un animal salvaje o una res muerta que les sirva de sustento.
Por eso para cualquier naturalista aficionado resulta increíble que los diarios se hagan eco de las falsas noticias sobre los supuestos ataques del buitre a vacas y ovejas vivas. La mayoría de esas noticias son una muestra evidente del poco respeto que se le tiene en este país a la información ambiental y a la naturaleza en general.
A ningún periodista se le perdonaría afirmar que Messi anotó un triple en el último partido de básquet o que Fernando Alonso quedó segundo en los entrenamientos de moto GP. Sin embargo un reportero de renombre se atreve a escribir en titulares que “Un ganadero graba el ataque de una MANADA de buitres a una vaca que aún estaba viva” y aquí no pasa nada.
Pero es que a pesar de la aberración y la absoluta falta de rigor que demuestra alguien capaz de escribir que las aves vuelan en manada, el vídeo no muestra ningún ataque, sino que probablemente se trate del típico ganadero que intenta cobrar una subvención por ataques al ganado abandonando una vaca enferma en mitad del prado para ver si “pican” los buitres. Y por supuesto que bajan a comer. Porque la vaca no mueve un músculo y lleva horas agonizando estirada en el prado. Es una astucia a la que se enfrentan repetidamente los agentes rurales y que trae de cabeza a la administración, cansada de detectar estos intentos de fraude que paralizan y entorpecen el pago de indemnizaciones por los casos puntuales de ataques de fauna.
Son muchas las ocasiones en las que los buitres se aproximan a una oveja moribunda e incluso empiezan a alimentarse de ella en sus últimos estertores. También suelen aproximarse al ganado de montaña para alimentarse de la placenta de las vacas y caballos tras los partos. Ahora bien, afirmar que los buitres entran a cazar en las granjas o que pueden atacar a las personas es una auténtica barbaridad. Los buitres son lo que son y ni pueden ni saben ser águilas o halcones. Jamás un buitre se ha llevado por los aires a un cordero o un cabrito. Jamás han atacado a un animal sano. Y por supuesto jamás han perseguido a un ser humano.
Por eso ha sido tan descorazonador leer en las redes sociales el esperpéntico relato de un prestigioso director de diario que, tras escuchar la conversación de unos ganaderos, sale a pasear y se siente amenazado al verlos volar en el cielo o posados en las peñas. O entrar en el perfil de una presentadora de informativos para ver las imágenes de unos buitres alzando el vuelo sobre unas ovejas muertas y leer que se trata del “espectacular vídeo de un ataque de buitres a un rebaño”. Por favor.
Un poco de respeto hacia los buitres. Estas rapaces, tan impresionantes como inofensivas, son una joya de nuestra biodiversidad, una especie protegida por la ley que desarrolla un papel fundamental en la cadena trófica y que se encuentra amenazada en todo el planeta debido al tratamiento veterinario del ganado con diclofenaco y al acto criminal de colocar veneno en el campo. Los buitres ni cazan, ni atacan. (Artículo autorizada su publicación por el autor). José Luis Gallego
Ong ADDA -Diciembre 2016
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