La paloma Philip -Andrew Tyler

ADDAREVISTA 44

El protagonista de la foto es Philip, un palomo que ha vivido conmigo y con mi esposa Sara durante casi seis años. Una anciana llamada Phyllis lo encontró vagando por Tonbridge (Inglaterra) en junio de 2006. Su ala derecha colgaba un poco, y le impedía volar, aunque no había señales de que estuviera rota.

Philip vivió en el fregadero de la cocina, con vistas a nuestro jardín, en un estante situado a unos 90 centímetros del suelo. Tenía un par de habitaciones contiguas hechas a base de cajas de cartón, cada una equipada con un par de ramas sobre las que posarse, y una alfombra hecha con capas de periódicos que cambiábamos varias veces al día para mantenerlas limpias. En un principio, Philip tenía demasiado miedo para salir al jardín. Los gatos de la vecindad están siempre a la caza de los pájaros que visitan nuestro jardín y a lo largo de los años hemos recogido un montón de palomas enfermas que mi mujer ha ido curando y que una vez recuperadas vuelven para ver qué podemos ofrecerlas. Alguna de ellas ha acabado cazada por un gato.

Por ello, al principio, permitimos que Philip disfrutara del jardín, pero a salvo y dentro de una jaula. La jaula le hacía sentirse vulnerable y, por supuesto, esto no es libertad, por lo que lo dejamos vagar libremente, aunque bajo nuestra constante supervisión. Philip tenía un montón de visitantes. Trató de atraer a algunas palomas hembras, mientras que ahuyentaba a los machos problemáticos. Se hizo amigo de algunos. Tenía una pequeña caja a los pies de su rincón en el fregadero y cuando se subía a una rama significaba que quería subirse a su estante. Y nos lo decía al atardecer, cuando ya estaba listo para dormir, porque iba y venía desde la parte superior de su casa. Cada noche, le cubríamos la zona con una manta oscura. Cuando le apetecía rondaba por la cocina o nos visitaba en la sala de estar y se quedaba en un cesto frente al sofá, sin que se preocupase por nuestros cinco perros.

Se sentía a gusto con nosotros, pero se mantuvo salvaje; nunca confió plenamente y no quería que lo cogiéramos. Yo le dije muchas veces, «¡cómo me gustaría que me dejaras que te cogiera para darte un gran beso!». Hay que tener mucho cuidado con lo que deseamos. El 1 de febrero tuvo un derrame cerebral y se arrastró para esconderse detrás de un depósito de agua. Lo encontramos en cuestión de minutos, pero sus patas ya no respondían. No podía caminar. Pensamos que, en un primer momento, un gato lo había cogido, o que una ráfaga de viento lo había estrellado contra una pared o una puerta. Pero no tenía heridas. Dos días después le dio otro derrame y murió en su cama. Poco antes de morir, mi esposa lo cogió y lo acarició en un intento de reanimarle; yo hice le mismo. Lo conocía lo suficiente como para saber que agradeció mucho toda la atención que le prestamos en sus últimas horas. Resulta irónico que, en el último momento, finalmente, logró entender que podía confiar en nosotros… y pude abrazarlo.

Philip y todos los que son como él son la respuesta a los que consideran a las palomas como bicharracos que hay que perseguir, a los que las escupen, disparan y envenenan solo porque tratan de vivir entre nosotros.

La próxima vez que vea a alguien mostrándose hostil con una paloma o se entere de que su ayuntamiento prepara una masacre masiva de palomas, por favor defiéndalas y sea su voz. Hay animales que despiertan una gran simpatía, como por ejemplo los monos, los perros, los tejones, los elefantes… cuando se les maltrata, y nos necesitan, reciben nuestra ayuda. Pero los que más nos necesitan son los más humildes, los que se consideran «despreciables»: las palomas, los ratones y las ratas. Descansa en paz, Philip. (Junio 2012)

(Andrew Tyler es el Director de Animal Aid y el artículo fue publicado en su revista Outrage nº. 166 del año 2012).

 

Ong ADDA -Junio 2012


Relación de contenidos por tema: Palomas


Temas

Haz clic para seleccionar