Las protectoras a examen - Redacción

ADDAREVISTA 4

La vida de las Protectoras ha sido tan azarosa como esforzado el trabajo que realizan: siempre a remolque de las dádivas, del pecunio de sus integrantes o de la mayor, o menor, disposición del Ayuntamiento al que pertenecen.
La figura jurídica de las Sociedades Protectoras de Animales aparece por primera vez en España en 1925, declarándolas de Utilidad Pública, y en 1928 se constituyeron los Patronatos para la Protección de Animales y Plantas. Estas entidades se reconstituyeron en 1964 bajo la tutela del Ministerio de la Gobernación —ahora del Interior— adscribiéndose más tarde, en 1978, al Ministerio de Agricultura. Estos Patronatos, perfectamente estructurados, han sido siempre la gran incógnita ya que su operatividad ha quedado por demostrar por cuanto toda la reglamentación no pasó de un mero formulismo aparecido en el Boletín Oficial del Estado. Jamás llegaron a constituirse y por lo tanto incapaces de realizar los cometidos que se les reservaban. De hecho la legislación está plenamente vigente esperando que alguien, algún día, la instrumentalice. A pesar de ello y como un valor supuesto, es interesante reseñar a grandes rasgos, su organigrama que figura en artículo aparte.

No es de extrañar, pues, que la vida de las Protectoras, al no ser operativos los Patronatos, siga entre dos aguas y, con mayor o menor ventura, dependa de circunstancias especiales coincidentes o disidentes. Cabe destacar un acto de homenaje a la inmensa mayoría de sus integrantes: personas esforzadas hasta el sacrificio, con su vida volcada en el diario quehacer, rutinario y falto de medios, que requiere de una vocación muy especial para continuar cotidianamente en la brecha de un trabajo ingrato y poco reconocido. No tan solo no remunerado, sino bien al contrario, pues agota patrimonios y fortunas enteras. Sólo quien siente esta vocación está capacitado para dedicarse a él, con el amor por los cientos de animales que, faltos o desposeídos del calor de sus hogares, se confunden en una alienante masa viva que de¬manda ante todo cariño y alimento. Es por ello que jamás se podrá sustituir este trabajo por los servicios municipales, ya que, y aún considerando unos crecidos presupuestos, nunca podrá sustituirse el calor humano de quien, por una llamada y sensibilidad tan especial, ha decidido entregarse por completo a esta labor que no admite medias tintas. Son tantas las personas —mujeres principalmente— que se han dedicado a ello que es difícil que se reconozca, en una época tan materializada que nos ha tocado vivir, la vocación y la entrega de su vida para con quiénes no podrán agradecerlo. Este es, quizás, el  punto más carismático del movimiento animalista: la falta de reciprocidad en el reconocimiento de la labor realizada.

Pero esta misma vocación y altura de miras —rayando en lo ideal-hace que el movimiento proteccionista esté poco cohesionado y que cada cual haga de su refugio su castillo. Con falta de permeabilidad, con miedos y tabús que sólo conllevan aislamiento, se dificulta, aún más, el que algún día su trabajo y su esfuerzo pueda ser apoyado desde los estamentos públicos. ADDA DEFIENDE LOS ANIMALES, consciente de esta situación, ha intentado efectuar un sondeo entre todas las protectoras de España que figuran en nuestro directorio (62 en total) y del resultado de esta encuesta se da una cumplida referencia estadística y porcentual. No ha sido fácil obtener estos datos. Era un reto y una situación que ya preveíamos de antemano; en la que, conscientemente, hemos fracasado dadas las pocas respuestas recibidas. A efectos estadísticos, el número de ausencias nos dice que aún falta mucho camino por recorrer. Y sabemos, también, que la falta de una mayor respuesta ha sido porque es tan absorbente la tarea, voluntariamente asumida, que no deja ni tiempo, ni visión, para dedicar diez minutos en rellenar una casillas y echar el sobre, con la dirección y su franqueo, al buzón de correos más cercano.

Y así continúan muchas de ellas, en el diario devenir, con los mismos problemas, con el agobio de sus forzados e inocentes residentes que se desviven por dar su bienvenida y su cariño a cualquier extraño que les visite. Con aquel mágico ruego, deseo o plegaria para que se los libere y que tan sólo quienes amamos a los animales sabemos y podemos intuir.


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