Yo vi el horror. Perros brutalmente eliminados en Bogotá - Aníbal Vallejo Rendón

ADDAREVISTA 22

Indignante, bárbaro, cruel, injusto. No hay derecho a que funcionarios del Distrito Especial de Santafé de Bogotá, la capital de Colombia, puedan vivir con sus conciencias tranquilas, disfrutar de su hogar en compañía de mujer e hijos con semejante barbaridad a cuestas. ¿Cómo esas personas pueden tener una vida normal con esas dolorosas imágenes en su recuerdo? A esta dolida pátria sólo le faltaba el tener que soportar que la violencia se ensañara también con ellos: los animales. Violencia contra los seres humanos, contra el medio ambiente y contra los animales. Ya no queda nada impune. Yo vi el horror en esas imágenes presentadas por las noticias de la televisión. La crueldad de lo sucedido en la perrera municipal de Santafé de Bogotá con los perros recogidos en la calle es peor de lo que se puede imaginar. Y de lo que enseñaron las cadenas de televisión.

A las cinco de la mañana, los operarios llegaron a una celda repleta de perros abandonados en las calles de la capital y los mojaron con mangueras. Los animales, tiritando de frío, aullaban y ladraban desesperadamente. De sus cuerpos asustados manaba un hedor fuerte aumentado por el agua y el sudor del hacinamiento. Terminada la operación, los funcionarios arrojaron cables pelados conectados a la corriente que produjeron, a través de los charcos de el agua, una reacción en cadena de electrocución. Los perros jadeaban, chillaban, aullaban y brincaban desesperadamente, saltaban los unos contra los otros, respiraban agitadamente, se contorsionaban, mientras otros los aplastaban con sus desmadejados cuerpos. Unos pocos se refugiaban en los rincones donde el agua no había llegado y, recostados a los muros, trataban de buscar protección. Todo fue inútil. Los verdugos conocían bien su oficio y los pocos que se habían escapado de las descargas eléctricas fueron estrellados contra los muros con violentas patadas. En la celda vecina centenares de perros esperaban expectantes después de presenciar la matanza de sus compañeros de infortunio. A patadas, con golpes, a palazos, con varillas, fueron trasladados a la celda de muerte.


LANZADOS AL VERTEDERO

A las ocho de la mañana el camión con los cadáveres llegó al vertedero. Allí el olor mortecino de los perros se confundía con el nauseabundo olor de la basura. Del vehículo empezaron a ser lanzados hasta 345 perros. En medio del paisaje de miseria una desoladora figura apareció recortada entre las montañas de desperdicios. Un perro escuálido y agonizante cojeaba y se alejaba lentamente del grupo de cadáveres. No ladraba ni se quejaba. Su aspecto miserable demostraba un dolor infinito. Avanzó pocos metros antes de enterrar su dolorido cuerpo entre la inmundicia... Un dolor infinito fue el que nos quedó después de conocer las imágenes de este triste episodio, parte de una prolongada tragedia que nadie creía estaba sucediendo en ese centro de muerte y crueldad, amparado por ser dependencia oficial. Los perros que en casi tres meses salvamos de una muerte violenta en la ciudad de Medellín eran masacrados horas después en el mal llamado Centro de Zoonosis de Santafé de Bogotá. Los hombres pagados para recolectar los perros en las calles de la ciudad recibían una bonificación monetaria por animal capturado. Allí no había ningún criterio para su captura. Con dueño o sin dueño, sanos o enfermos, machos o hembras, cachorros o viejos, mansos o bravos, con raza definida o criollos. Cada uno de ellos tenía precio por su cabeza. El alcalde de la ciudad, Antanas Mockus, no terminó su mandato. Renunció para aspirar a otras distinciones populares, las cuales no alcanzó. La directora de la dependencia donde se cometió el perricidio, Beatriz Londoño, renunció recientemente a su cargo. El vertedero donde fueron lanzados los cadáveres se desbordó una mañana y cubrió toda la zona de pestilencias. Fue como si los centenares de cadáveres allí arrojados hubieran explotado en venganza por la insensibilidad humana.

Margarite Yourcenar dijo: ?Quienes son crueles para con los animales, también los son para con los hombres?. Que San Francisco de Asís le llegue a los personajes de esta fatídica historia con su Oración por la Paz, ya que tan necesitados están de su presencia por la falta de compasión y del espíritu de hermandad con todos los seres que viven y sufren en esta misma tierra de Dios.

Aníbal Vallejo Rendón es presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Medellín, Colombia.

 

Ong ADDA   -Enero/Junio 2001


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