Tener un perro o un gato en casa

ADDAREVISTA 49

Quiero tener un perro o… un gato

Carmen Méndez

Puede significar el principio de una nueva experiencia con momentos entrañables, pero se deberá ser muy consciente de que no son nuestros juguetes. Tener un animal es un deseo que una gran mayoría de niños, jóvenes y adultos, en algunos momentos de nuestra vida, hemos manifestado.

Un impulso natural que habría que analizar y en el que encontraríamos muchas razones; entre las cuales, la fascinación, la ternura, la necesidad de establecer vínculos afectivos con los animales, el deseo de protegerlos, la empatía, la curiosidad, el capricho, la soledad…

Lo cierto es que la convivencia con animales es una experiencia enriquecedora, que casi nunca olvidamos y que suele traspasar las expectativas previas que habíamos imaginado. Pero también puede llegar a ser frustrante, si no se asume que es una relación recíproca, en la que a cambio de recibir satisfacciones, hay que ofrecer una serie de atenciones y que hay que hacer pequeños sacrificios cotidianos. Con la tenencia de un animal, ponemos a prueba aspectos importantes de nuestra personalidad, como son el nivel de madurez, la generosidad y la responsabilidad.

La convivencia compartida con un animal, sea un perro o un gato, significará un refuerzo positivo en cualquier etapa de nuestra vida, ya sea cuando somos niños, jóvenes, adultos o en la llamada tercera edad. A cambio de nuestro afecto, cuidado y compañía, ellos nos darán mucho más amor y nos mostrarán pautas de comportamiento espontáneas, inteligentes y naturales. Los animales prescinden de los prejuicios de la belleza física, la riqueza o la edad de sus amigos los humanos. A veces se muestran mucho más receptivos y dan más compañía al miembro de la familia más aislado y que necesita más su afecto, aunque no sea el que los pasea o les da de comer.

Si estamos predispuestos a observarlos, pronto nos daremos cuenta de que estos amigos peludos de cuatro patas son unos pequeños maestros que cada día transmiten emociones y actitudes que ningún libro nos puede enseñar. Pensemos que sus sentidos están más desarrollados y que, a menudo, no podemos entender, ni siquiera imaginar sus percepciones.

Una relación buena y equilibrada con un animal de compañía en nuestro hogar comporta una serie de beneficios físicos y emocionales, tal como demuestran los estudios de los especialistas y que están identificados con diversos estímulos positivos como, por ejemplo, hacer más ejercicio, relacionarse, compartir juegos, generar más confianza, potenciar la autoestima, reforzar el nivel de responsabilidad en los niños, dar, entre otras cosas, un nuevo sentido a la vida de las personas que sufren de soledad, reducir tensiones o ayudar con su compañía a la recuperación de los enfermos. Esto se demuestra con el incremento de hospitales en Estados Unidos que no solo permiten la entrada de animales de compañía, sino que además recomiendan que el perro del enfermo permanezca a su lado para acelerar su recuperación.

Casi todos los que hemos disfrutado de la amistad de nuestros animales podemos recordar diversas anécdotas e historias vividas, como por ejemplo la de nuestro Reiet, un perro que recogimos de la calle. Cada día nos mostraba su agradecimiento, hasta el extremo de que, a pesar de estar sordo y medio ciego, un día, en una excursión a la montaña, no dudó en poner en riesgo su propia vida para ir en mi búsqueda. Se confundió porque en realidad yo estaba a su lado. No obstante, entendimos que su amor era infinito.

Pero querer un perro o un gato requiere una buena reflexión antes de decidirlo, porque además del deseo de compartir vivencias, significa la incorporación de un nuevo miembro dentro del ámbito familiar y social, con todos los compromisos morales y obligaciones legales que comporta esta decisión. Es necesario plantearnos si estamos dispuestos a asumir las obligaciones y los retos que comporta su tenencia, como atender correctamente su salud y su bienestar, identificarlos con el microchip y la placa identificativa, censarlos, y en el caso de los perros, pasearlos cada día, educarlos cuando sea necesario para una correcta convivencia en sociedad, y saber planificar nuestras vacaciones sin que resulten perjudicados. Hay que ser consciente de que la gran mayoría de los abandonos de animales son consecuencia directa de la irresponsabilidad de los humanos.

Si no estamos dispuestos a cumplir las condiciones de este contrato moral, es mejor esperar otro momento más oportuno para tener un perro o un gato. Pero si somos lo bastante conscientes y responsables del paso que vamos a dar, enhorabuena por vuestra sólida, enriquecedora y mutua amistad.

 

Ong ADDA  -Diciembre 2014


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