La mafia de las hormonas

ADDAREVISTA 16

La revista belga Test Achats, en su número de enero de 1995 (n°373), publicó un estudio financiado por la Unión Europea y realizado por la Asociación de Consumidores belga acerca de la administración de anabolizantes al ganado bovino en Europa. Para elaborar dicho estudio se tomaron más de 1.200 muestras en carnicerías y supermercados de todos los países de la Unión. Los resultados fueron, entre otros, los siguientes: Bélgica, 6,7% positivos; Alemania, 3,3% positivos; Irlanda, 2,7% positivos. En cuanto a Bélgica, país gravemente afectado por la mafia de las hormonas, la cifra de 1995 era la mitad de la de 1994 (12%), debido fundamentalmente, según la revista, a que se utilizan cada vez más hormonas naturales, cuyo residuo desaparece, y "cócteles" de hormonas (naturales y sintéticas) dosificados de modo que no sean detectados por los controles, y cuyo efecto sobre la salud humana se desconoce.

CLEMBUTEROL

España era el país donde más muestras dieron positivo al clembuterol, con el 36%. Le seguían Bélgica (23% en 1995, frente al 5%. de 1994) y Francia (13%). En total, el 25% de las muestras de hígado comprado en comercios contenía clembuterol. Dinamarca resultó ser un país ejemplar, ya que ninguna muestra analizada en ese país presentaba restos de anabolizantes o clembuterol. Según Jack Vandemeulebroucke, miembro del Parlamento Europeo y acérrimo militante contra el uso de hormonas, ello se debe "a la gran sensibilización pública danesa respecto a los problemas del medio ambiente, pero sobre todo por el sistema de cooperativas agrícolas, cuyos controles internos dan excelentes resultados". El informe también alertaba de la indefensión en la que se encuentran los consumidores, quienes no tienen modo de verificar el origen de la carne que consumen. En principio, siempre se debe desconfiar de la carne que chorrea o de la muy magra, pues "muchos productos dopantes aumentan la proporción de los músculos en detrimento de las grasas". En cuanto al hígado de buey y ternera, según quienes han estudiado la cuestión, "ya no se puede consumir sin riesgo". La revista belga desaconsejaba su consumo excepto en el caso de que se conozca con certeza su origen.

INFIRME MINISTERIAL

Por otra parte, un reciente informe del Ministerio de Sanidad español afirmaba que la cantidad de casos positivos de sustancias anabolizantes utilizadas para la cría de ganado vacuno encontrados en las muestras tomadas al azar dentro de los mataderos bajaron un 50%, es decir, de 429 a 267, de 1994 a 1995. Los inspectores veterinarios pueden a veces detectar el uso de hormonas a simple vista, porque los restos de los animales están hinchados, la carne es aguada, los órganos sexuales están anormalmente desarrollados y, también, por la localización de los puntos de inyección y los trazos dejados por la sustancia inyectada en el músculo.
Hay que tener en cuenta, por otra parte, el uso incontrolado de antibióticos, hecho que también es motivo de preocupación, pues su abuso puede afectar a la salud humana y crear resistencias bacterianas a estas sustancias que son transmisibles a los seres humanos. Los quinoxalinos, como el carbadox y el olaquindox, están considerados como genotóxicos y carcinogénicos, y se aconseja dejar de suministrarlos como mínimo 28 días antes del sacrificio para minimizar el riesgo para el consumidor.

TÉCNICA MODERNA

Fue a finales de los años 70 cuando se descubrieron las cualidades anabolizantes de ciertas hormonas naturales, es decir, sustancias que favorecen el desarrollo muscular, y los estimulantes del crecimiento. A partir de entonces se desarrollaron diversas sustancias sintéticas y semisintéticas para inocularlas en los animales. Su uso se expandió rápidamente en países como los Estados Unidos, porque el ganado se engorda de ese modo más rápidamente con un coste menor, y los consumidores tuvieron que adaptarse a la nueva apariencia, textura, color y sabor de la carne tratada con hormonas. Los ganaderos se vieron pronto obligados a aplicar estos nuevos métodos en el engorde de sus animales para poder conseguir precios competitivos en el mercado, con todo lo que ello conlleva en cuanto al deterioro general de la salud y calidad de vida de los animales.
Pero en los años 80 se encendió la luz de alarma y surgió el debate acerca de los posibles riesgos para la salud humana del consumo de carne, leche, huevos o queso de animales tratados con hormonas: riesgo de cáncer, problemas pulmonares o modificaciones metabólicas causados por los residuos hormonales, entre otros, todo lo cual llevó a la prohibición de su uso en la Unión Europea en 1988.

DELINCUENCIA ORGANIZADA

Sin embargo, el tráfico ilegal de hormonas ya estaba muy bien estructurado para entonces, y mucha gente se había enriquecido con esta nueva y lucrativa forma de explotación de los animales, dentro de una organización internacional que nada tiene que envidiar a la del narcotráfico. Proliferaron las suntuosas mansiones, los coches lujosos, y las grandes diferencias entre lo declarado a Hacienda y la ostentación de sus propietarios. Al igual que los capos del narcotráfico, los capos del tráfico ilegal de hormonas blanquean su dinero en discotecas de los barrios de prostitución de varios países europeos. Los laboratorios clandestinos también han proliferado en los países de la Unión Europea, e incluso en los países del antiguo bloque del Este, produciendo regularmente nuevas sustancias que se distribuyen con gran rapidez y que cada vez son más difíciles de detectar. La distribución de estas sustancias se ve facilitada por la laxitud del sistema de prescripción y dispensación de medicamentos para animales: antibióticos, barbitúricos y hormonas circulan libremente, según denunció el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos de España. La nueva Ley del Medicamento establece una normativa según la cual el ganadero no puede dispensar medicamentos a los animales, sino que requiere una certificación veterinaria previa. Ahora se trata de comprobar si esta ley no se convierte en un papel mojado más para un sector que se mueve más por los usos y costumbres propios que por la normativa vigente.

Grave es también el acoso e intimidación a que se ven sometidos los inspectores veterinarios en las granjas y mataderos, pues son ellos quienes deben certificar sobre el terreno el buen estado de la carne, y son por lo tanto una amenaza directa para los mafiosos. Los sobornos son cosa conocida por todos y practicada y consentida por muchos. Esta situación llegó a tener consecuencias trágicas en Bélgica, uno de los países más afectados por el engorde con sus-tancias ilegales y con un mercado negro, considerado el más grande de Europa, que mueve unos 5.000 millones de francos belgas (210.000 millones de pesetas).

El inspector veterinario belga de 42 años Karel Van Noppen, del Instituto de Peritación Veterinaria del Ministerio de Salud Pública belga, casado y con dos hijos, considerado un servidor público incorruptible, fue asesinado a tiros el 21 de febrero de 1995 por unos desconocidos que le esperaban en un coche. El inspector, que había recibido numerosas amenazas, salía de su casa para atender una urgencia veterinaria después de recibir una llamada telefónica de un cliente, cuando fue asesinado a pocos metros de su casa, después de ser obligado a salir de su coche. Los criminales le dispararon por la espalda cuando huía y lo remataron en la cabeza, una vez en el suelo. Se sospechaba que su asesinato podría estar relacionado con el anterior descubrimiento. El ganado engorda más rápidamente a un coste menor, lo cual aumenta los beneficios del industrial, pero reduce la calidad de vida del animal y la seguridad alimentaria del consumidor. Se trataría de una acción criminal para ganar tiempo y así poder eliminar cualquier rastro de los animales encontrados por el funcionario público asesinado. Los funerales del Dr.Van Noppen fueron multitudinarios, con presencia de las más altas autoridades del Ministerio al cual pertenecía, y acompañados de paros nacionales de funcionarios públicos de su ramo, veterinarios, estudiantes de veterinaria, la Federación Nacional de Carniceros e incluso restaurantes y escuelas, que no sirvieron carnes ese día. Los mataderos también se vieron obligados a cerrar ante la ausencia de los veterinarios.

El asesinato consternó al país y provocó la propuesta de creación de una comisión de investigación parlamentaria, además de un aumento considerable de los recursos materiales y humanos para reforzar la lucha contra esta mafia que trabaja principalmente al norte del país, en la región flamenca. Los inspectores veterinarios belgas habían recibido numerosas presiones, intimidaciones verbales o físicas, intentos de corrupción, amenazas (algunas de muerte) e incluso palizas en los últimos años. Algunos sufrieron atentados, como el tiroteo de una casa o el lanzamiento de un cóctel molotov contra un coche. Se trata de un trabajo arriesgado, si se tiene en cuenta que, por ejemplo, un criador condenado a sacrificar 28 cabezas por haber usado hormonas tuvo una pérdida financiera de 3 millones de francos belgas (126 millones de pesetas). Las penas pueden ser de hasta 5 años de prisión y las multas de hasta más de 20 millones de francos (80 millones de pesetas). Todo ello hace que los inspectores no sean precisamente bien recibidos.

INVESTIGACIÓN POLICIAL

Esta red cada día sofistica más sus técnicas fraudulentas, de modo que se hace muy difícil detectar el uso de sustancias prohibidas. Las autoridades belgas pusieron en marcha una campaña de información pública y un rígido control del blanqueo del dinero proveniente de este lucrativo negocio negro, además de proponer penas menores para arrepentidos e informadores. Las penas para los traficantes, en cambio, fueron reforzadas, así como las multas. En pocos días se sucedieron varias redadas como reacción frente al asesinato del inspector veterinario: a raíz de éste se realizaron numerosas acciones policiales de acoso y detención de criadores ilegales, que recibieron severas multas y penas de prisión sin precedentes. Se sospecha que los instigadores del asesinato están relacionados con la mafia de las hormonas de la zona donde el inspector Van Noppen ejercía sus controles, y que ya habían intimidado a muchos otros inspectores antes. Las pesquisas para encontrar a los asesinos llevaron a la detención poco después de tres jóvenes conocidos por la policía, pues ya habían sido acusados anteriormente por tráfico de drogas, y cuyo coche fue reconocido por un testigo. Aunque los presuntos sospechosos tuvieron que ser liberados por falta de pruebas, "el padrino" de la mafia de las hormonas, la "araña" Daniel de Marez, un veterinario llamado así por la red de tráfico ilegal de hormonas que había tejido en la región de Flandes, fue detenido en agosto de 1995 e inculpado por fabricación y venta de productos hormonales para engorde ilegal de animales. Poseedor de una docena de farmacias en Flandes occidental, De Marez ya había sido detenido en otras ocasiones por hechos similares, pero, por un motivo u otro, siempre acababa saliendo a la calle al poco tiempo, para continuar con su lucrativo negocio, en el que también estaba implicado su hijo como distribuidor. Entre la documentación que se le incautó se hallaron documentos ultrasecretos del Ministerio de Justicia, lo que reforzó las hipótesis acerca de una presunta corrupción de funcionarios públicos. Por otro lado, el pasado 13 de mayo de 1996 se suicidó en su domicilio el inspector veterinario belga Gery Germonpre, multado en 1995 por sanción disciplinaria después de sus relaciones y viajes con un mafioso condenado varias veces por tráfico de hormonas. Germonpre fue arrestado a finales de abril, inculpado por corrupción y violación del secreto profesional.

NEGOCIO FACIL

Según cuentan los ganaderos, el uso está tan extendido que solamente los animales para su consumo privado se salvan de ser inyectados. Los representantes de piensos ofrecen las hormonas como un producto más de sus ofertas a los ganaderos, quienes afirman que su compra es muy fácil. La administración de los productos al animal la realiza el mismo criador, por medio de inyecciones, en la comida o bebida. A veces es el propio veterinario quien suministra los productos prohibidos. Un veterinario belga declaró: "Cuando me lo piden, se las consigo. No puedo perder un cheque sustancioso por ser el único veterinario de la región que no los receta."
Las ventajas de un animal inyectado son, para el criador, que un sólo animal inyectado come 2,3 kilos de forraje menos al día y adquiere el mismo peso que uno no tratado, además con menos grasa; es decir, se disminuye lo que los expertos denominan índice de transformación: la cantidad de pienso en kilos necesaria para que el animal engorde un kilo. Un animal no tratado tarda 2 meses más en estar a punto para ir al matadero. La diferencia de precio es de 20 mil francos belgas el tratado y 5.000 el no tratado. En España la diferencia es de entre unas 15 y 20.000 pesetas por cabeza. Si calculamos el beneficio para mil cabezas en un año, la diferencia es considerable, como directamente proporcional es el perjuicio que se ocasiona al bienestar de los animales de abasto así manipulados y al consumidor.
También el pequeño traficante se ve beneficiado por este tráfico ilegal internacional. El Miembro del Parlamento Europeo Jack Van-demeulebroucke explica en su libro La Mafia de las Hormonas (1993) que un pequeño traficante que vendía 100 frascos de medio litro de hormonas al mes obtenía por cada uno de ellos 15.000 francos belgas, es decir, 1,5 millones de francos belgas al mes (6 millones de pesetas). El diputado europeo tampoco se ha librado de las intimidaciones criminales de los mafiosos. Sufrió un intento de atentado en el que pretendieron dinamitar su casa de Ostende, pero que fue abortado finalmente por las autoridades, y su casa fue tiroteada, además de haber recibido muchas otras amenazas.

PERFIL CRIMINAL

Los traficantes son mayoritariamente los profesionales en contacto con los criadores: veterinarios, farmacéuticos, suministradores de alimentos. Muchos son criadores y engordadores a gran escala que construyen laboratorios clandestinos en sus fincas, y son bien conocidos en la región donde trabajan. Se sospecha que tienen comprados a muchos funcionarios, quienes les avisan con antelación del día en que han de tener lugar las inspecciones. Se ha comprobado que en fincas donde se había detectado animales tratados han desaparecido animales durante la noche, probablemente enviados a la finca de algún "colaborador", y a la mañana siguiente los inspectores sólo han encontrado animales "legales".

Los fabricantes de los productos son las grandes compañías farmacéuticas multinacionales, que se excusan argumentando que estos productos tienen muchos usos (el clembuterol se receta para tratar afecciones pulmonares, como broncodilatador, y algunas hormonas solucionan problemas de fecundidad) y únicamente están prohibidos para el engorde de ganado. En 10 años se han desmantelado redes de suministro en Luxemburgo, Suiza, Holanda, Francia, Italia y España, y se han encontrado conexiones con países del Este (Eslovaquia, Hungría) e incluso en países tan lejanos como la India o Paquistán. Los defensores del uso de hormonas, defensores de su legalización, aseguran que si se suministraran las dosis prescritas en condiciones adecuadas no causarían ningún problema. Además, aseguran que el mismo consumidor pide carne diferente: "Nadie querría la carne dura y grasa de principios de este siglo". Por otra parte, la caída de los precios de la carne, entre otras razones por la desaparición del telón de acero, hace que los criadores se sientan presionados para obtener precios competitivos en el nuevo mercado. Las grandes cadenas de distribución (supermercados, por ejemplo), exigen a sus proveedores que sólo les proporcionen carne sin grasa, aunque todo el mundo dentro del sector sabe que es la carne tratada con hormonas.

LA CONEXIÓN ESPAÑOLA

En noviembre de 1990 se descubrió en Catalunya una red que fabricaba y distribuía tóxicos para engorde de ganado. El principal responsable era Dieter Drago, un ciudadano alemán que poseía la empresa Organic Productos Dragosa SA, en el Polígono Industrial de Viladecans (Barcelona), en la que fabricaba las sustancias que supuestamente causaron intoxicaciones por ingerir hígado de ternera tratada con clembuterol en diversas localidades españolas (Madrid, Asturias, Toledo) el verano de 1989. Se hallaron cómplices de Drago en la empresa de Talavera de la Reina (Toledo) Comercial Arriaga, donde se decomisó clembuterol y otras sustancias nocivas para la salud humana, además de pistolas para inocular el producto en los animales. Parece ser que esta última empresa distribuía estas sustancias a los criadores de Castilla-La Mancha, pues su pista se encontró tras descubrir 300 reses tratadas con clembuterol en una explotación ganadera de un pueblo de Avila y posteriormente seguir el circuito de suministro de alimento de dicha explotación. A raíz de estas investigaciones se encontraron traficantes y consumidores de sustancias de engorde prohibidas por la ley en varias provincias españolas.

También se vio implicado en el asunto el ex-director técnico sanitario de un importante matadero, socio de Dieter Drago y detenido como sospechoso de vender productos de engorde ilegal a los ganaderos que llevaban sus reses a sacrificar al matadero.En 1992 hubo en nuestro país 300 personas hospitalizadas por consumo de hígado de ternera tratada con clembuterol, el cual se deposita en las visceras, pero especialmente en el hígado, y no se elimina después de la cocción. Los síntomas suelen ser temblores, dolor de cabeza, sudoración, ansiedad, taquicardia y problemas respiratorios, muy peligrosos para los enfermos del corazón.

USO HABITUAL

Por lo visto, entre los ganaderos es un secreto a voces el uso de este tipo de sustancias. Según ellos, se usan de modo generalizado porque pueden aumentar hasta 20 pesetas el kilo de la carne, lo que les permite competir con los importadores extranjeros, quienes también utilizan hormonas y por tanto les obligan indirectamente a usarlas para poder ser competitivos. Suponen un enorme beneficio: entre 10.000 y 12.000 mil pesetas por cabeza tratada.
De este modo, los laboratorios siguen produciendo, los distribuidores vendiendo, y los ganaderos usando estas sustancias, frente a una Administración con unos medios que no son ni suficientes ni eficaces para detener este mercado negro. El reglamento español de mataderos obliga a decomisar la carne tratada con sustancias ilegales, sin embargo los mataderos no disponen de instalaciones adecuadas para facilitar los análisis y hacer efectivas las normas de cumplimiento de los controles veterinarios, por lo que la toma de muestras para su posterior análisis es un hecho esporádico. Los inspectores veterinarios se han de contentar con una simple inspección visual: un tiroides exageradamente desarrollado es síntoma de tratamiento con hormonas, pero el clembuterol no produce efectos tan claros y es preciso efectuar complejos análisis, difícilmente realizables en mataderos, para detectarlo. Por ello el clembuterol sustituye tan fácilmente las hormonas y abastece el mercado negro. En la práctica diaria, el inspector se limita a controlar la cadena del frío, es decir, que el procesado de la carne se desarrolle bajo temperaturas que no permitan el crecimiento bacteriano, además de comprobar que los manipuladores cumplan las normas de higiene en el trabajo. Ello es claramente insuficiente para certificar la calidad de la carne.

ALARMA PÚBLICA

El desmantelamiento de varias redes de tráfico de productos de ensorde de ganado en Cataluña y Castilla provocó una importante alarma entre la opinión pública. Los consumidores exigieron que se hiciesen públicos los resultados de los análisis en diferentes mataderos para saber el alcance del fraude y el peligro potencial sobre la salud pública. Se sospechaba que laboratorios legales distribuían los productos. La Federación de Usuarios y Consumidores independientes pidió al Director General de Salud Alimentaria sanciones ejemplares para los numerosos traficantes y usuarios de productos de engorde ilegales descubiertos aquellos meses en diversos puntos de la geografía española. A raíz de la polémica y el temor de los consumidores, el precio de la carne cayó. Las carnicerías exhibían en 1990 los carteles de una campaña informativa del Instituto Nacional de Consumo en los que se describía cómo identificar productos cárnicos manipulados y sus riesgos. La carne tratada se distingue porque se cuece al freiría en una sartén, porque suelta mucha agua y se oxida pronto.
El Ministro de Sanidad de entonces, García Vargas, propuso la creación de un grupo investigador especializado para descubrir las conexiones europeas de la red de importación. Además, aumentaron las inspecciones y las inmovilizaciones de terneros, así como la apertura de expedientes, con el objetivo de conseguir que las leyes dejasen de ser papel mojado, al menos durante un tiempo. Por el Real Decreto 1282/1989 de 20 de octubre se anrobó también el Plan Nacional de Investigación de Residuos en Animales y en las Carnes Frescas, pues se reconocía la utilización indiscriminada y abusiva de productos en los animales de abasto, lo que supone un riesgo para la salud pública evidente, y, aunque se suele olvidar, también supone un riesgo para la salud del animal. Las multas mínimas son de medio millón de pesetas por cabeza de ganado tratada.
En fechas más recientes, a finales de noviembre del 95, doce personas resultaron intoxicadas por clembuterol en Madrid, debido al consumo de hígado de ternera tratada con esta sustancia. La Consejería de Sanidad de Madrid retiró inmediatamente del mercado todo el hígado de vacuno procedente del matadero de Valmojado, Toledo. A raíz de los hechos el Ministerio de Sanidad y Consumo y la Junta de Castilla-La Mancha abrieron una investigación en las granjas de cría de donde procedían los animales.

SITUACIÓN LEGAL

En Europa, el suministro de cualquier tipo de hormonas a animales destinados a consumo humano está prohibido por la Directiva Comunitaria aprobada el 7 de marzo de 1988, según la cual sólo es posible suministrar a los animales hormonas o beta-agonistas para usos exclusivamente terapéuticos, nunca como estimulantes del crecimiento, y bajo control estricto de los veterinarios.

En cambio, las hormonas naturales (17-beta estradiol, progesterona, testosterona) y dos hormonas de síntesis, el trembolone y el zeranol, están autorizadas para el engorde animal en Estados Unidos por la severa Food and Drug Administration, aunque su uso debe cesar 60 días antes del sacrificio, de manera que la carne no contenga ningún residuo de estas sustancias. Esta divergencia de las legislaciones a uno y otro lado del Atlántico amenaza con desatar una guerra comercial, y llevó a la Federación Europea de Salud Animal FEDESA, a presentar un recurso ante el Tribunal de Justicia de Luxemburgo, que sentenció que la Directiva era perfectamente legal y que el Consejo de Ministros europeo tenía competencias en ese terreno. EEUU amenazó con denunciar la postura Europea ante la Organización Mundial de Comercio, con sede en Ginebra, por considerar que la prohibición de importar carne tratada con hormonas desde Estados Unidos viola los acuerdos del GATT de libre comercio. Esta organización internacional sólo aprueba el embargo en caso de riesgo probado para la salud pública.

DEBATE ABIERTO

El Codex Alimentarius, organización internacional mixta de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura) y la OMS (Organización Mundial de la Salud), ambas afiliadas a la ONU, y que establece normas alimentarias internacionales dentro del dominio agroalimentario, aunque sin fuerza legal, estableció en julio de 1995 los límites máximos de residuos (LMR) permitidos de estas cinco hormonas esteroides, con lo que indirectamente ha reconocido su inocuidad y aceptado su utilización. Pero la votación fue muy reñida (33 a favor, 27 en contra y 7 abstenciones), lo que demuestra lo controvertido del tema.
Aunque el debate científico sobre la toxicidad de las hormonas está abierto, y algunos prestigiosos científicos defienden su inocuidad, los políticos europeos han preferido ser prudentes y prohibirlas hasta que haya una conclusión definitiva, para proteger la salud pública. Algunos sectores afirman que detrás de la prohibición también se esconden intereses políticos y económicos, pues la medida ha servido para regular el exceso de producción de carne en Europa. El exceso de carne en el mercado europeo, incluida la americana, ascendería a 800.000 toneladas al año. Por otra parte, las asociaciones de consumidores, ecologistas y de pequeños productores han manifestado su deseo de que la prohibición del uso de anabolizantes sea mantenida dentro de la Unión Europea.

La postura europea está siendo en cualquier caso muy discutida, ya que los defensores de las hormonas hacen una distinción entre las naturales y las artificiales. Entre estas últimas se encuentra el DES (dietilestilboestrol), hormona sintética de la cual se ha demostrado su efecto nocivo sobre el organismo humano: es cancerígena y aumenta el riesgo de aborto en mujeres embarazadas. Es fácilmente detectable y no se utiliza en el engorde de ganado. Los betagonistas, como el clembuterol, permiten el aumento de carne en relación con la grasa, y son nocivos en grandes concentraciones. Como anabolizante, el clembuterol inhibe la función tiroidea del ganado, provocando una exagerada retención de líquidos en la musculatura. Estimula el crecimiento y la formación de musculatura y disminuye la grasa, por lo que fue el sustituto ideal de las hormonas cuando éstas fueron prohibidas por la Unión Europea.

CONFERENCIA CIENTÍFICA

En una reciente conferencia sobre la utilización de hormonas que tuvo lugar en Bruselas entre el 29 de noviembre de 1995 y el 1 de diciembre de 1996, auspiciada por la Comunidad Europea, y coordinada por el Comisario Europeo de Agricultura, Franz Fischler, un grupo de científicos estudió tres tipos de anabolizantes: las hormonas peptídicas, los beta-agonistas y las hormonas esteroideas. Los científicos asistentes concluyeron que las primeras no son tóxicas, pero tampoco efectivas; los beta-agonistas, por el contrario, fueron calificados como efectivos pero potencialmente peligrosos para la salud humana. Las hormonas esteroideas fueron juzgadas inocuas, aunque con reservas: se deberían utilizar en cantidades moderadas y con un control estricto. Se advirtió de la necasidad de realizar controles rigurosos para evitar el consumo, por negligencia, de tejidos con cantidades importantes de hormonas. Afirman que las dosis deberían ser supervisadas por veterinarios, los puntos de inyección deberían ser identificados (bajo la oreja, por ejemplo), y el suministro debería cesar días antes del sacrificio. Señalan que los motivos para su prohibición son económicos y políticos, no científicos, aunque también, según su opinión, la utilización libre e incontrolada de hormonas es peligrosa para la salud humana. Por otra parte, los detractores de su uso señalan que el uso de hormonas "legales" puede hacer pasar inadvertido el uso de otros productos más peligrosos, y no asegura de ningún modo que desaparezca el mercado negro y el uso de sustancias prohibidas, como se demuestra en Estados Unidos. En Europa, los controles son mucho más rigurosos y eficaces que en Estados Unidos, donde sólo se controla, de manera esporádica, el uso de clembuterol.

En diciembre de 1995, en Wisconsin, un fabricante de pienso fue acusado de fraude y de tráfico de anabolizantes, por añadir clembuterol al pienso. Según Franz Fischler "todos los países conocen el tráfico de beta-agonistas o de cócteles de hormonas. ¿Cómo garantizar que la carne no lleva hormonas ilegales, si su utilización abusiva está a la orden del día?"

CONCLUSIONES

Los cuatro organizadores de la conferencia científica enviaron el 12 de enero de 1996 el informe final con los resultados de los debates a Franz Fischler, para su estudio por el Parlamento Europeo. Fischler fue acusado por los parlamentarios europeos y las asociaciones de consumidores de querer ceder ante las presiones americanas tras la organización de la conferencia, pero él insistió en que la decisión final era una cuestión socio política en la que el informe de los científicos tendría valor aclaratorio pero no decisivo. El 16 de enero de 1996 hubo un debate en el Parlamento Europeo sobre el uso de anabolizantes en la producción cárnica. A pesar de la oposición de Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia y Canadá, el Parlamento Europeo se reafirmó el 18 de febrero de 1996 en su negativa a aprobar el uso de hormonas en la cría de animales de abasto y a permitir la importación de carne de terceros países tratada con hormonas. La Resolución pedía a la Comisión y al Consejo que mantuviera la prohibición y reclamaba un Reglamento del Consejo que explicite las sustancias rechazadas. También se lamentaba la poca atención prestada en la conferencia al impacto ecológico, a las expectativas de los consumidores y al efecto sobre el bienestar de los animales. En su resolución, los parlamentarios europeos reiteraron su deseo de introducir un cuarto criterio de evaluación de los medicamentos veterinarios con usos no terapéuticos: el criterio socio-económico.

Se hicieron tres propuestas de reglamento, uno para prohibir nuevas sustancias con efecto hormonal y betaagonistas y para la identificación de los usos terapéuticos admitidos; otro que regula los controles a efectuar para ciertas sustancias y sus residuos en animales vivos y sus productos derivados; y un tercero, para definir las sanciones a imponer a los infractores dentro del sector de la carne bovina.

REACCIONES

Finalmente, también en febrero de 1996, tras la ratificación de la prohibición de importación de carne tratada con hormonas por parte de la Unión Europea, Estados Unidos pidió el arbitraje de la Organización Mundial de Comercio, de acuerdo con el artículo XXII de la OMC, y cuyo dictamen es vinculante para ambas partes. Dan Glickman, secretario de Agricultura estadounidense, declaró que su país está en "injusta desventaja" por una prohibición "sin fundamento científico", pues, según su opinión, en la "conferencia Fischler" los científicos reconocieron la inocuidad de las hormonas naturales autorizadas en Estados Unidos, si son utilizadas de modo correcto. Franz Fischler, sin embargo, siempre se ha mostrado partidario de mantener la prohibición europea ante la OMC. En caso de perder el litigio, la Unión Europea exigiría un etiquetaje adecuado de la carne importada que la identificara e informase al consumidor sobre el tratamiento hormonal a que ha sido sometida, y del mismo modo se etiquetaría la carne europea como "sin hormonas" "conferencia Fischler" los científicos reconocieron la inocuidad de las hormonas naturales autorizadas en Estados Unidos, si son utilizadas de modo correcto. Franz Fischler, sin embargo, siempre se ha mostrado partidario de mantener la prohibición europea ante la OMC. En caso de perder el litigio, la Unión Europea exigiría un etiquetaje adecuado de la carne importada que la identificara e informase al consumidor sobre el tratamiento hormonal a que ha sido sometida, y del mismo modo se etiquetaría la carne europea como "sin hormonas".

El 18 de marzo de este año, los Ministros de Agricultura de la Unión Europea acordaron ratificar la prohibición del uso de hormonas para el engorde de ganado, con el voto en contra del Reino Unido, pues considera que no hay base científica para la prohibición. En la actualidad, Europa está pagando 12.000 millones de pesetas a los Estados Unidos, otorgados en com-pensación económica en 1991. Por su parte, Estados Unidos ha impuesto diferentes sanciones comerciales a los productos europeos. Luis Atienza, entonces Ministro español de Agricultura, defendió el mantenimiento de la prohibición "porque además de los elementos científicos existen elementos políticos, sociológicos y económicos a tener en cuenta. Son los consumidores los que equilibran el mercado de la carne en Europa. Y los consumidores europeos no quieren carne con hormonas. Aunque sean hormonas naturales". Todas las propuestas del Parlamento Europeo fueron aprobadas, entre ellas las sanciones, que consistirán en la retirada de las subvenciones comunitarias durante un año a los infractores, y de cinco años a los reincidentes, además de imponerse el sacrificio de las reses tratadas con anabolizantes. Así se pretende hacer menos atractivos los posibles beneficios económicos derivados de la infracción de la ley. Franz Fischler aseguró que las autoridades tendrían a su disposición los instrumentos necesarios para frenar a "la minoría de personas que con sus.actos irresponsables ponen en peligro la salud pública; y ello en beneficio de los consumidores y de la mayoría de los criadores, que se esfuerzan para ofrecer productos de una calidad irreprochable".

PRODUCCIÓN Y CONSUMO

En Bruselas, la Confédération Paysanne, sindicato de pequeños agricultores que defienden la agricultura tradicional, pidió la prohibición de la importación de carne hormonada y realizó una campaña entre los consumidores y productores, denunciando la "conferencia Fischler" como un modo de "absolver" los promotores del crecimiento y preparar el camino a la importación de carne tratada. Esta organización defiende la carne autoctonía de calidad y rechaza la cría productivista industrial. El consumidor desconfía de la carne industrial y desea el regreso al producto de calidad, al producto natural, que es garantía de salud, tal y como afirman las asociaciones de consumidores europeas. Las hormonas, por muy inocuas que fuesen, representarían un abaratamiento del producto, pero también un descenso importante de la calidad de la carne y de la calidad de vida del animal.

La cuestión que se debate es pues si la prohibición, con la consiguiente aparición de peligrosos e incontrolables mercados negros, es mejor que la autorización de ciertas sustancias. En Bélgica, país donde el debate ha tenido especial eco en los medios de comunicación debido a la gran red de trafico ilegal de Flandes y, especialmente, a partir del asesinato del inspector veterinario Van Noppen, algunas autoridades públicas, como la misma Secretaria de Estado para la Salud Pública, defendió el uso de hormonas en carne para consumo humano por la televisión, en contra de la Directiva Europea sobre Hormonas, hecho que fue muy criticado por el europarlamentario Jack Vandemeulebroucke, pues, en definitiva, son las autoridades nacionales de cada país de la Unión las que deben velar por la aplicación de la prohibición, dado que la Comisión no tiene competencias en ese sentido. La apertura de las fronteras complica aún más el control, por lo que se hace necesaria la coordinación en la investigación y análisis.

SOLUCIONES

Sin embargo, la experiencia estadounidense demuestra que a pesar de la autorización del uso de cinco tipos de hormonas, el mercado negro sigue funcionando. En Estados Unidos se sigue utilizando clembuterol y sustancias reconocidas como cancerígenas, como el carbadox. En conjunto, el difícil problema del mercado negro de hormonas no tiene una única solución, sino que requiere de la colaboración de las Administraciones públicas, los criadores, proveedores de alimentos para animales, los veterinarios y los mismos carniceros que hacen llegar el producto final al consumidor. Todos ellos necesitan disponer de más información para crear un clima de consenso contra el fraude alimentario de la carne. Los conocedores del problema creen que los casos de engorde ilegal conocidos y sancionados son solamente la punta de un iceberg que se extiende y afecta a un elevado tanto por ciento de las empresas criadoras. Hacen falta más medios para facilitar los controles veterinarios en fincas y mataderos, más inspectores, más análisis, más inmovilizaciones y expedientes abiertos que fuercen a los desaprensivos a ponerse del lado de la ley, pero también sanciones ejemplares en aquellos casos en que se descubran infracciones de la ley que tan gravemente ponen en peligro la salud pública y el bienestar de los animales de granja. Para que todo ello sea posible es imprescindible contar con un cuerpo de inspectores veterinarios del Estado completamente independiente, con un estatuto propio y con unas normas de incompatibilidad claras que impidan los conflictos de intereses que puedan situar a los profesionales en una posición contradictoria. También sería decisiva la implicación activa de los consumidores en la defensa de la calidad de los productos cárnicos, y la exigencia por su parte de etiquetas de calidad que indicaran claramente el origen y tipo de cría de los animales destinados a consumo humano.
Como siempre, el problema radica en la necesidad de hacer compatibles los intereses de mercado (lucha de precios, competencia feroz por conseguir nuevos mercados) con los
intereses sanitarios de las personas, pero también de los intereses y la calidad de vida de los animales de abasto, los grandes perdedores en todo este asunto.

Como siempre, el problema radica en la necesidad de hacer compatibles los intereses de mercado, (lucha de precios, competencia feroz por conseguir nuevos mercados... ) con los intereses sanitariso de las personas, pero también, los intereses y la calidad de vida de los animales de abasto, los grandes perdedores en todo este asunto.

 

Ong ADDA   -Octubre 1996


Relación de contenidos por tema: Animales de granja


Temas

Haz clic para seleccionar