La masificación porcina

ADDAREVISTA 52

La masificación porcina y sus resultados

Manuel Cases

La cría intensiva apareció, como muchas otras novedades, en los EE. UU., alrededor de los años cincuenta del siglo pasado. Se inició con los pollos de engorde (broilers) y después de estas aves se fue extendiendo a casi todo el resto de animales domésticos. Con ello aparecía y se perfeccionaba «el animal máquina», un ser viviente usado de forma abusiva por los humanos; como si fuera una máquina, no se tenía en cuenta ni su posible sufrimiento ni su dolor. Con los años, la crueldad y la insensibilidad hacia ellos ha ido aumentando en busca de la productividad y consecuentemente su rentabilidad. Este artículo, ya entrado el siglo XXI, intenta alertar e informar al lector acerca de una lamentable realidad.

Un poco de historia

La defensa y el bienestar animal tiene dos importantes vertientes. La cualitativa y la cuantitativa. Los animalistas tienen por misión defender a todos los animales. Cualitativamente, por el escándalo, la crueldad, el sadismo a que se los somete y el rechazo que ello produce en la inmensa mayoría de la ciudadanía. Y cuantitativamente, por el inmenso número de animales que son utilizados para el consumo humano y también para ser utilizados en experimentos, ya sean farmacéuticos, en productos de belleza, de consumo, de limpieza, etc. Esta publicación ha insistido, basándose en la cantidad afectada, en un continuo rechazo y denuncia con lo que ocurre con los animales de granja y que la UE, hasta el momento, no ha sabido o podido, por las consecuencias que ello supone, entrar con firmeza en su resolución

Se expone ahora y se entrecruza el engorde de cerdos y sus desastrosos resultados sobre el medio ambiente con los avisos de la OMS sobre los peligros de la ingesta de carne. Aparte de quienes voluntariamente se incorporan al vegetarianismo o el veganismo, se focalizará el tema del engorde y matanza de cerdos en Catalunya por ser el lugar de España más significativo por la amplitud del problema, sin que ello excluya otras regiones españolas, en especial el colindante Aragón. En todo caso, se pretende dar a conocer lo sucedido, lo que sucede y sus consecuencias. También a tener el cuenta como «aviso a navegantes», en este caso terrestre, para otras regiones que puedan tener esta intención.

En Europa, la ingesta de carne de cerdo es muy habitual, incluidos sus múltiples derivados. Dinamarca es una de las economías más fuertes en producción de panceta (beicon) y es en Alemania y los Países Bajos en donde el cerdo y sus derivados son de gran consumo. Estos países productores y consumidores tenían un problema: las deyecciones de millones de cerdos estaban polucionando su suelo y sus aguas. Debían encontrar una solución y, además, lo más barata posible. La encontraron el Cataluña, y bajo un estudiado entramado de marketing vieron que su gobierno autonómico se mostraba complaciente con la propuesta. Hará más de treinta años, el gobierno de la Generalitat, presidido por el expresidente Jordi Pujol, que llevaba con ímpetu su consigna de crear una «economía productiva», se prestó, complacido, a emprender una campaña de reconversión en la campiña catalana. Se comenzó por la provincia de Lleida, la más interior y extensa, con amplias zonas para cultivo, mucho de secano. Fue una reconversión, pues se trataba de convertir un labrador en un ganadero, algo, parece, difícil de conciliar si se recuerdan aquellas películas del far west y su lucha continua entre ambos colectivos. Los agricultores leridanos poco o nada sabían de cerdos, aparte de que algunos de ellos celebrasen la sangrienta «matanza».

La implantación ganadera

Es de suponer que expertos dinamizadores, mediante reuniones, contactos con sindicatos, encuentros, celebraciones, conferencias, etc., sembraron ante los labriegos un mundo de nuevos horizontes. La imaginación, cuando domina la rutina, por poco que se enriquezca empieza a volar en un sinnúmero de fantasías que luego se verán frustradas por la realidad.

Esta nueva economía productiva que se proponía promocionar estaba viciada de origen, pues provenía de un trueque que solucionaba el problema de unos para traspasarlos a otros. Se magnificaba el proyecto y sus posibilidades económicas, pero se ocultaban los problemas que conllevaba. Recordando otra vez aquellos viejos westerns del Oeste americano, evidenciaban que los nuevos colonos pendenciaban por el territorio entre campesinos y ganaderos. Generalizando, un agricultor no es un ganadero y no es fácil este transformismo para que deje sus utensilios de labranza, de mirar el cielo y estar pendiente del tiempo con el eterno interrogante de lo que le dará la tierra, y pase a quedar encerrado en un maloliente cobertizo con el desagradable día a día que supone el engorde de cerdos en método intensivo.

Empieza el desastre

Como era de esperar, la operación «economía productiva» con la acción política que lo impregnaba obtuvo el éxito esperado. Miles de camiones llegaban a Catalunya, que más tarde se expandirían a otros lugares, cargados de cientos de miles de cochinos que eran ubicados en lúgubres covachas que iban apareciendo esparramadas por la tierra catalana.

En sentido positivo, la provincia de Lleida se ha convertido en un referente para la fruta de hueso que enriquece los campos y da a conocer este origen en otros países. Economía productiva es vitalizar el campo, aumentando los regadíos, ya que, como país del sur de Europa cuya geografía favorece la producción agrícola por la bondad del clima según las estaciones, permitiría, siempre que fuese acompañada por el consiguiente apoyo técnico administrativo, que productos de alta calidad, dignos de una denominación de origen conocida y valorada, se impusiesen en otros mercados dada la globalidad actual. Pero no solo no ha sido así, sino que se ha caído en lo más bajo y se ha apostado por un mercado cruel y vulgar, con la ruina de aquellos pequeños payeses, campesinos venidos a ganaderos inexpertos, que a través de los años han tenido que cerrar o caer en las manos de los grandes grupos que han acaparado el mercado de la carne de cerdo y que son ahora quienes establecen los precios —Mercolleida— y presumen de ser líderes en esta triste realidad de la carne.

El problema en cifras

Cada año, en Cataluña, se mata a medio millón de cerdos; este sector ocupa el cuarto puesto en el ámbito industrial del país y absorbe el 45 % de toda la producción porcina del Estado español. Evacuar las deyecciones —purines— de millones de cerdos se ha convertido en un problema de dificilísima solución. En su momento, se construyeron varios centros de gestión de estos desechos, que han tenido que cerrar cuando el gobierno central y su ministerio, en manos de exministro Sr. Soria (recuérdese de su competencia, el impuesto al sol, el escándalo Castor, la caída de las renovables, las prospecciones petrolíferas, etc.), suprimieron las subvenciones a las energías renovables y, de un día para otro, cerraron sus puertas miles de explotaciones que ya no hallaban lugar para llevar sus purines, con las graves consecuencias medioambientales que se han derivado.

Una granja de quinientos cerdos en circuito cerrado puede considerarse una explotación pequeña. Se obtiene el semen y se insemina a las cerdas, todo ello de forma artificial, que paren unos dieciséis lechones. Otros cochinos llegan de Holanda o Dinamarca para su engorde; parece ser que las técnicas reproductivas están más avanzadas allí. Recuérdese el «animal máquina».

En Cataluña, el número de granjas de cerdos se ha reducido a seis mil, mientras que la cabaña de cerdos ha aumentado en un millón más; se estima que el número de cerdos es de dieciocho millones. O sea, que tocan a tres cerdos por habitante. Y en algunas zonas, como Osona, la proporción es de cinco a uno. El paralelismo es evidente con lo ocurrido años atrás en los EE. UU. con su producción avícola.

Dos meses hasta el destete, cuatro meses para el engorde y al matadero. Este nuevo ganadero, antes campesino, está a lo que el gran sector, el matadero y Mercolleida decidan. No tiene ninguna opción de influir: ni en el precio del pienso —otro gran sector— ni en el de venta; «lo toma o lo deja». Además, las entregas deben ser enviadas al matadero, que pide y potencialmente exige, con la igualdad de los animales en edad y en peso de ciento veinte kilos cada cerdo. Llegados en una sola vez a un precio irrisorio, pues con los millones de cerdos que se manipulan, a veces las variaciones de un céntimo de euro suman cantidades importantes.

Y vacía la granja…, vuelta a empezar.

En la actualidad, el 80 % de las granjas de cerdos catalanas funcionan bajo el modelo de la integración. No tienen otra opción, o sea, formando parte de una estructura mayor. Hay mataderos que superan los cincuenta mil cerdos matados cada semana. Un cerdo en canal pesa ochenta kilos, lo que supone cuatro mil toneladas/semana, por lo que una sola variación en un céntimo/kg suponen cuarenta mil euros de margen comercial en más o en menos.

Con la globalización, el mundo se ha empequeñecido y es más accesible a los nuevos mercados. En el despiece de los canales, las costillas van a Sudáfrica y Portugal; orejas y cola, a Asia; y el resto, a Francia y Europa.

En toda España, se matan cuarenta y siete millones de cerdos cada año, lo que suman novecientos cuarenta mil cerdos semanalmente.

Ambiente maloliente y aguas contaminadas

Orina + excrementos + 94 % de agua es la fórmula ideal, aparte de trastocar el paisaje con los antiestéticos cobertizos de las granjas, para la pudrición del aire que se respira, el cierre de las fuentes públicas, la contaminación del suelo y el grave riesgo al potabilizar las aguas del subsuelo (freáticas) y de los caudales hídricos.

Al vaciar la granja, y antes del comienzo de un nuevo circuito cerrado, las deyecciones —purines— pasan a un depósito y de allí tenían una salida hacia la planta de cogeneración, con la extracción del agua que contenían; ahora, cerradas desde 2014, de golpe cuatrocientas treinta y ocho granjas se quedaron sin poder evacuar sus desechos. En un principio, se esparcían por los campos para utilizarlos como abono, ya que las granjas no eran tan numerosas. Actualmente, si no es en terrenos propios, hay que negociarlo pactando un precio, pues está regulado por la administración la obligatoriedad de informar y cumplir con el plan de deyecciones ganaderas bajo pena de la clausura de la granja. Es lógico que la picaresca emerja, pues con la falta de inspectores podría darse el caso de que un mismo lugar hubiera sido utilizado varias veces. Los precios se disparan con un gasto añadido para la granja y el pestilente ambiente que generan, en especial durante las noches, lo que está llevando, desde hace más de veinte años, a continuas protestas de los residentes que, además del insomnio, se quejan de dolor de garganta y de otras molestias.

Comer carne

El 26 de octubre de 2015, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, CIIC, con sede en Lyon (Francia), que es orgánicamente el ente de que dispone la Organización Mundial de la Salud, OMS, para este menester, evaluaba la carcinogenicidad del consumo de carne roja y de carne procesada, haciendo especial mención en los peligros de la carne procesada. Los expertos del CIIC concluyeron que «cada porción de cincuenta gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta el riesgo de cáncer colonorectal en un 18 %». Y así se ha podido comprobar la incidencia en las regiones donde el consumo es tradicional.

La noticia significaba un durísimo golpe para el poderoso sector cárnico, que, como respuesta, puso en marcha todo su potencial para que la noticia tuviese que ser matizada a posteriori por la misma OMS. Sabido es que, a pesar del aporte de proteínas, la carne no resulta la clase de alimento más apropiado para mantener la salud, pues cientos de dietistas, desde hace tiempo, lo vienen anunciando; no obstante, la ratificación de este hecho por una organización de indudable prestigio, como es la OMS, resultaba ser el toque de atención oportuno.

Significa, en razón del contenido de este escrito, que además de todo lo expuesto existe otro factor añadido: la salud humana.

El panorama actual

Grandes zonas de Cataluña ya tienen sus aguas subálveas contaminadas por los nitratos, resultado de la continuada dispersión de los purines junto con otros hechos ocurridos, en un flagrante delito ecológico, de verterlos directamente en un torrente, como ya ha ocurrido; la polución maloliente compromete el bienestar y la salud de la población; el consumo de carne, en especial sus derivados, también son cancerígenos. Se ha de concluir que el problema ya ha adquirido unas proporciones preocupantes, que implica la toma de decisiones radicales y coercitivas. De momento, el número de granjas ya no puede incrementarse y el control de las deyecciones parece más riguroso, pero, aun con cierta incomprensible tolerancia, se intenta ampliar o abrir alguna nueva granja bajo un dudoso cambio de utilidad o tolerancia. Análisis del agua realizados en distintos lugares –—la UE obliga a hacer una revisión cada cuatro años— han encontrado entre ochenta y ciento sesenta miligramos por litro de nitratos tóxicos, cuando el máximo tolerado es de cincuenta miligramos. No hay que olvidar que beber aguas contaminadas se relaciona con toda clase de cánceres.

Hay que poner coto a esta situación, que está llevando a la degradación del bienestar y salud de los habitantes e intentar reducir en cuanto sea posible esta inmensa matanza de cerdos. El resultado de aquella «economía productiva» ha sido nefasta, no tan solo por la situación a la que se ha llegado, sino que la masificación porcina ha provocado que parte importante del territorio haya perdido la oportunidad de emprender nuevas rutas más proclives a producciones agrícolas de proximidad, como actualmente se está demandando, sin olvidar la proyección exterior con productos atrayentes y novedosos gracias a las bondades que ofrece nuestra climatología.

Documentación:

- La Vanguardia (01/11/2015).

- El País (28/10/20).

- Programa 30 Minuts. TV3 «La carn del porc».

- Comunicado CIIC (terrassev@iacr.fr).

- Web de la OMS, octubre 2015.

Ong ADDA  -Junio 2016


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