La ganadería industrial y la UE

ADDAREVISTA 58

¿Defiende la Unión Europea a sus animales de abasto?

Manuel Cases, director

En el editorial del anterior ejemplar, n.º 57, se hacía mención al inexplicable hecho de la contumaz permanencia del transporte de millones de animales vivos destinados al consumo humano en recorridos provinciales, estatales o internacionales. Pero no se hablaba del transporte, sino también de su cría, engorde y matanza, ya que este diabólico y cada vez más perfeccionado sistema para extraer su máximo beneficio aplica metodologías cada vez más refinadas que significan un menosprecio e insensibilidad hacia un ser viviente, sensible y sintiente. La UE, como en otras tantas materias, ha legislado varias directivas concordantes con el criterio del bienestar animal aprobados en dos convenciones, las de Maastricht (Holanda) y Lisboa, que han quedado estancadas en el seguimiento de sus resultados, porque los textos, cuando existen, han de ser aplicados mediante un seguimiento y una garantía en sus resultados.

 

Contrasta que los adelantos técnicos, consecutivos en el tiempo, sirvan para degradar y convertir más tarde a los animales en los llamados «animales-máquina». La UE no ha hecho nada para poner coto a estos procedimientos inmorales en los que poco importan la dignidad y el respeto por estos infelices seres. Como ejemplo, recuérdese que se ha permitido en Francia el modelo llamado de las «mil vacas lecheras» para su ordeño, en una perfecta circunferencia, encerradas dentro de estructuras metálicas. Sistema que ya está obteniendo numerosos seguidores.

 

Es que absolutamente todo, cuando se trata de animales, tiene que estar bajo el único precepto del máximo beneficio económico. Fuera engaños: si se acepta y se reconoce el respeto por los animales, la coherencia conlleva el cumplimiento bienestarista aceptado. La contradicción entre el bienestar animal y el maltrato que se está demostrando es total. Porque el mecanicismo conlleva maltrato, es fruto de la presión de los lobbys, con sus buenos bufetes de abogados ubicados en Bruselas, que alcanzan sus pretensiones y desvirtúan los deseos de las normativas, incapacitando su cumplimiento o dilatando durante años —hay que recordar la directiva de los cosméticos— las directrices que se han ido aprobando después de muchos esfuerzos. Esta constante dejación de la UE y la falta de autoridad que se muestra ante estas presiones en numerosos y otros variados sectores no favorecen la imagen de la UE y no es de extrañar que exista una creciente opinión anticomunitaria. Si no se pone coto a este continuo avance técnico en perfeccionar el diseño perverso y mecanicista en la explotación de los animales, si no se establecen medidas definitivas y coercitivas que paren este sistema de tratar a los animales como robots inanimados, se puede llegar a cotas insospechadas. ¡Y esto ocurre en la UE! ¿Dónde está el bienestarismo inspirado y proclamado en Maastricht y Lisboa?

 

El sector porcino

 

Ciñéndonos a España, convertida en abastecedora mundial, la producción de carne de cerdo iniciada en la época de la más que repetida «economía productiva» ha llevado a la actual situación. El resultado para los agricultores, lejos de lo que se les proponía a los pequeños, los de casa, ha sido desolador. Al final, se ha cumplido lo previamente trazado, como ocurrió en los EE. UU., que ha constituido la ruina de muchas pequeñas granjas que han cerrado o han tenido de ceder ante el lobby que forman los más importantes mataderos. En Cataluña, unas pocas empresas que abarcan desde la importación de soja de los EE. UU. a la fabricación de los piensos y todo lo complementario han construido un holding poderosísimo. ¿Pero a base de qué? A base de bajos salarios de la mano de obra —algunos procedentes de pateras— y de quienes no tienen otra posibilidad.

 

La lonja de Lleida (Cataluña) es la que marca el mercado. Aparte de los beneficios económicos para las empresas punteras, el Gobierno, mostrando una dejadez mayúscula, ha dejado y permitido que extensas zonas de Cataluña en donde están ubicadas las macrogranjas, además de afear el paisaje por su repetición de estructuras, por lo general de baja calidad (incluido el silo de piensos, tipos de ventanas, etc.), han contaminado fuentes de agua vernáculas, ríos y riachuelos, que antes eran fuentes y suministro de agua y que han debido ser cerradas por el peligro de contaminación después de haber abastecido de agua potable desde siempre. ¿El motivo? El desecho de los purines, deyecciones de los cerdos de su alimentación por los campos a modo de fertilizantes. Si a ello se le añade el pestilente y continuo hedor de los purines de millones de cerdos criados, engordados y tratados como materia prima exenta de la mínima comprensión que un ser vivo capaz de sentir y sufrir merece, polucionan la naturaleza, los campos y cualquier lugar que pudiese ser de interés rural, ya que se ha convertido en un lugar inhóspito.

 

Porque la población residente acostumbrada a su paisaje y tradiciones también tiene derecho a mantener su espacio de vida y defenderse de su destrucción. ¿O es que toda acción humana tiene que estar supeditada al economicismo intensivo como son las macrogranjas a cambio de una supuesta recuperación económica de puestos de trabajo que no son agradables, de corta duración y mal pagados en vez de promover una política agraria moderna y social que seguro conllevaría una mucho, mejor y más plácida y distributiva situación social evitando la despoblación? Intentar suplir la desertización del medio rural no se arregla con un método que contamine.

 

Ya se ha logrado que el ratio cerdo/habitante produzca excedentes. Con la apertura del mercado global, la exportación permite que todo el excedente o sobreproducción abastezca a nuevos y lejanos mercados. Como ya se ha dicho, España se está convirtiendo en el estercolero de Europa debido a la invasión porcina. Esta economía exportadora del cerdo se está extendiendo por todo el mercado, no tan solo europeo, sino mundial, China incluida. Lo ocurrido en Cataluña ha llamado la atención del resto de España, que, atenta y asombrada de donde mana el dinero, también quiere ser partícipe del negocio. Aragón, por proximidad, ya se incorporó hace años, pero el resto de España parece estar dispuesta a tomar parte del pastel y está apareciendo una muy preocupante expansión que, repitiéndose el modus operandi que se utilizó en Cataluña, puede seducir a gente labriega en un momento de despoblación. Las administraciones, sin embargo, no están llevando a cabo una labor de contención ante el futuro al que se están exponiendo. ¿Esta es la única fórmula para parar la desertización de España?

 

Si no se emprende a nivel estatal una ordenación general y rigurosa y se permite, como hasta ahora, que cada autonomía imprima su propia normativa, se va directamente al desastre. Hay que recordar que el incremento de las macrogranjas y subsidiariamente los mataderos no ha sido fruto de profundos estudios económico-financieros, sino, sencillamente, porque, de inicio, los Países Bajos y Alemania, que tenían regulada la cantidad de cerdos en razón del espacio disponible y localización, necesitaban de otro lugar —en esta caso España, a través de Cataluña, que fue la más propicia— que aceptase y soportase los peligros e inconvenientes que produce este sector.

 

Ong ADDA -Junio 2019


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