Santificado por sacrificado

ADDAREVISTA 24

Dice el semanario “Fiesta”, de las Iglesias de Granada y Guadix – Baza, en su editorial del pasado 2 de septiembre de 2001, que “la beneficencia verdadera debiera consistir en dar sin recibir nada a cambio. Pero resulta que a muchos hay que estimularles con una rifa o una diversión para que den algo. Si un torero de fama se ofrece a torear gratis para ayudar, por ejemplo, a los damnificados de una catástrofe, hace beneficencia auténtica, porque hace mucho más que dar dinero: se da él mismo y expone su vida. Pero los que van a la plaza, en su gran mayoría, van a divertirse y nada más. Los que sufren les traen sin cuidado (...)”.

Hay que ver lo sacrificados que se están volviendo últimamente los toreros, desde luego alabamos desde estas páginas su valentía...exponer su vida por los demás. Pero, pensándolo bien, tal vez el toro merezca realmente nuestra admiración, puesto que, tras ser torturado, se derrama su sangre por la plaza ante el jolgorio general. Da la vida sin recibir a cambio ni siquiera compasión. El matador arremete brutalmente contra él sin motivo alguno y, si el astado insiste en defenderse y no dejarse machacar mansamente, entonces es cuando el famosísimo “maestro” expone su vida y deja ver ante su público su altísimo grado de coraje. Beneficencia auténtica, pues sí.

Y ciertamente, a aquellos que van a ver la corrida los que sufren deben traerles sin cuidado. No sólo eso, sino que, además, es de suponer que se regocijan con el padecimiento ajeno, puesto que van a aplaudir a quien mata a un animal y a disfrutar con cada una de las estocadas que éste, estoicamente, debe soportar antes de exhalar el último suspiro.

Ahora bien, quien de verdad debe sentirse altruista ha de ser sin duda el redactor del editorial en cuestión, publicado en un semanario religioso, y que por tanto seguramente pone de manifiesto lo que nuestra Santa Madre Iglesia, en honor de cuyos santos patronos se celebran las corridas, considera beneficencia verdadera. Sin duda, él sí que debe sentir preocupación por los seres desvalidos que piden clemencia. El problema es que el pobre toro no puede hablar.

 

Ong ADDA  -Enero/Junio 2002


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