Arte, literatura y crueldad - Espido Freire

ADDAREVISTA 39

Una de las participaciones destacadas en la Conferencia Internacional Antitaurina (Barcelona, febrero de 2008) correspondió a Espido Freiré, exponente de la literatura española por su juventud y capacidad de iniciativas como la ha saludado la crítica al considerarla como una de las voces más interesantes de la narrativa española. Su sensibilidad hacia la defensa y el buen trato con los animales ha formado parte, reiteradamente, de sus escritos; en especial denunciando las corridas de toros.
María Laura Espido Freiré, 34 años, fue a los 25, la ganadora más joven del Premio Planeta. Nacida en Bilbao y con escarceos en la música vocal acompañando a José Carreras por Europa lo simultaneó con los estudios de Derecho que abandonó para consagrarse a la literatura. Autora polifacética de una gran producción, tiene editada su ya numerosa obra en distintas editoriales, participando como columnista y colaboradora en El País, ADN, La Razón, El Mundo o Público. Interesada en la pedagogía, ha impartido cursos de creación literaria en diversas universidades españolas e internacionales, creando E + F (Espido + Freiré) en el año 2008, una escuela literaria con sede en Madrid, desde la que imparte diversos talleres literarios. El agradecimiento de ADDA y esta publicación, es doble: por su desinteresada asistencia al Congreso Internacional y por poder reproducir ahora, la que entonces fue su intervención.
 

 
Es un enorme placer el haber participado a este Congreso Internacional. Disfruté mucho con las ponencias que escuché y muy particularmente con la de mis compañeros de mesa. Mientras escuchaba las distintas legislaciones que amparan (o no) a quienes defendemos a los animales de maneras muy variadas me planteaba enlazar esos temas con el que quiero plantear.
Cuando estamos hablando de ciencia, de leyes, de periodismo, hablamos sobre hechos objetivos. Sobre hechos que a partir de una emoción particular después se han probado, o bien se han legislado o bien se han demostrado científicamente que tenían una validez.
Cuando hablamos de arte, en concreto, de literatura, el defender hechos objetivos resulta mucho más complicado; existe una creencia general, muy extendida lo largo de todo el siglo XX. Todo el mundo tiene derecho a opinar, porque todo el mundo tiene una sensación frente a una obra artística. Eso es cuestionable. Yo, por ejemplo, soy una autora especialmente canónica, y considero que existen límites, que esos límites se pueden rebasar o no dependiendo de la base, y de la pericia y del talento del artista. En ocasiones esa rebeldía oculta falta de talento, y un exceso de carisma o de seguridad en uno mismo. Además, esos límites que movemos a nuestra voluntad nos permiten introducir ideología dentro del arte.

Si al arte se le añade Límite, e inmediatamente se asocia a censura, y el rechazo es inmediato. Y por eso se nos cuelan manifestaciones que nadie se atreve a tachar de noartísticas o de aberración porque no sabemos exactamente de qué estamos hablando. En literatura eso ocurre también, quizás más que en otros elementos artísticos porque en España todos estamos alfabetizados. Además la proliferación de las nuevas tecnologías ha permitido un acceso inmediato del público general a una opinión, que sea leída online, que exista una reacción, es decir una audiencia o un público inmediato y que además se valore si esa persona tiene razón o no. Todo ello con criterios subjetivos.

A la hora de definir qué es arte y qué no, qué es literatura y qué no, nos encontramos con que la mayor parte de los taurinos van a defender que lo suyo es arte. Y que es arte porque existe una normalización y una ritualización de cada uno de los procesos que llevan a matar al toro, por tradición, por supuesto. Después, porque existe una conmoción estética, una conmoción íntima, privada, pasional, por lo tanto es arte. No hay más que cuestionar.

Hay un apunte con el que se puede rebatir esa idea. En el arte (figurativo o abstracto), hablamos de una simulación de la realidad. Es decir: entre los muchos criterios que se tienen para definir que es una obra artística y qué no, está en que sea una reproducción, un ars faceré, un artificio. Lo real no es arte. Por mucho que digamos que una puesta de sol, o que una persona especialmente hermosa resulta artística. No. Eso es una percepción, y es una sensación, pero no es arte.
 Dentro de los distintos elementos que forman el arte está también la estética de la recepción, es decir: la emoción que se despierta ante interpretación del arte: el rechazo, el disgusto, el asco, la admiración, la sublimación. En arte hablamos de niveles de comprensión muy distintos de una obra. Hay uno instintivo, el de rechazo o el de aceptación. Otro que tiene que ver con el mérito artístico, y después está el plano simbólico.
En ese plano simbólico está la trascendencia, es decir, está la capacidad que tiene esa obra para perdurar en el tiempo y para llegar a lectores, espectadores, oyentes de distintas épocas y en distintos lugares. Por eso el arte es internacional y es por así decirlo, imperecedero.

Pero lo que se aprecia en determinadas sociedades no se aprecia en otras. Y esto nos enlaza directamente con el nivel de tolerancia de una sociedad, frente a la brutalidad, frente a la belleza, y sobre todo frente a lo que resulta estéticamente aceptable o no. Muchas veces se compara las luchas de gladiadores, las luchas entre humanos, pero también las naumaquias y otro tipo de luchas que tenían lugar en los circos romanos, con la moderna lidia.
Sin duda había un atractivo, había una belleza, en que se matara bien y se matara bien matado. De hecho los verdugos contaban al mismo tiempo con un status de rechazo y con un status de honor. Eran casi sacerdotes, se alzaban entre la vida y la muerte. Pero nunca fueron considerados artistas. Como ocurre con muchas civilizaciones, quienes ejecutan, matan, sacrifican animales para el consumo humano, han ocupado castas específicas. Están en contacto con algo que todas las civilizaciones consideran sagrado: acabar con algo vivo. Durante muchísimos siglos ese ritual ha formado parte de nuestra creencia religiosa. Toda percepción de arte tiene un elemento simbólico.

Todas las civilizaciones mediterráneas han venerado el toro y lo han considerado un Dios, hasta el punto de que lo encontramos representado en la mitología egipcia, en parte antropomórfica, en parte como toro. Lo encontramos en la mitología griega, en la romana, en Fenicia, en Etrubia, e incluso en las civilizaciones nórdicas. Es decir, es un animal como muchos otros que está considerado sagrado y además con unos atributos muy determinados, como el caballo, como en algunos casos el jabalí, en el norte. O el oso.
¿Por qué en España el toro pierde esa calidad de Dios para convertirse en calidad de víctima sacrificial? El mito fundacional de Europa, la historia que nos han contado desde el ocaso de los tiempos explicar la existencia de Europa, incluye un toro. Zeus, se enamora locamente de una princesa, Europa, y adopta la forma de un toro para raptarla. El toro es el más potente el símbolo de virilidad, por encima de muchos otros animales. También el gallo, con un componente que tiene de arrogancia se asocia con el macho que pretende serlo pero no lo es, el gallito. El caballo, con otras connotaciones. El cerdo. El conejo.

Pero el elemento simbólico por excelencia que se asocia al toro es la virilidad. La virilidad masculina. De la vaca, en cambio, se habla como madre, pero no como un alma insaciable de erotismo. El toro, en cambio, sí. Las criadillas del toro, el rabo del toro, las orejas del toro, son elementos que representan a su vez la base fálica más sólida e inmediata.
En los mitos cretenses, nos encontramos con que Parsifae, la esposa del rey Minos, se enamora locamente del toro que tiene su marido. Dédalo, el constructor del laberinto le dice que tiene una vaca artificial. Ella se mete dentro de la vaca y de la unión de esa aberración entre toro y humana surge el famoso minotauro. El minotauro: que después será retratado por Picasso hasta la saciedad y por muchísimos otros artistas. Esa imagen del toro se va a mantener durante mucho tiempo en todo el sur de Europa pero especialmente en España.

En el momento en el que el cristianismo irrumpe en España (de manera muy brusca se consigue en muy poco tiempo la cristianización de toda la península), todos los Dioses anteriores son sustituidos o bien por santos o bien por el culto a la imagen de Cristo. La imagen de Cristo tiene una lanzada en el costado. Exactamente igual que el cordero sacrificial, la imagen del toro se asocia con la imagen del Dios sacrificado.
Hay dos libros esenciales que han marcado en nuestro inconsciente en, la relación europea con el toro. Uno de ellos lo he mencionado varias veces, es Muerte en la tarde. Hemingway, un protomacho que intentaba tirarse todo lo que se movía, asociaba la idea de virilidad con la idea de matar: lo dionisíaco. Fumaba, bebía, estaba siempre constantemente al límite, y de hecho, se suicidó. Y se suicidó además, no exactamente pegándose una puñalada pero sí con un elemento fálico.
El otro libro que marca a nivel europeo y no español el tema del toro es Quo Vadis. Quo Vadis, escrito por Sienkiewicz, es una loa al cristianismo, a sus primeras épocas y sobre todo a la persecución de los primeros cristianos por los romanos.

Encontramos otra vez una recreación de un mito anterior, el mito de Europa. Hay una muchacha rubia, polaca, cristiana, maravillosa, que se llama Ligia Calina. Está enamorada de un romano bondadoso, que se llama Marco Vini-cio y ella, a su vez, tiene un esclavo que se llama Ursus. Ursus es un hombre enorme, también cristiano. Los capturan, y la tortura a la que está destinada la joven Ligia es a ser atada entre los cuernos de un toro, al que se tiene que enfrentar su esclavo Ursus. Aparece un toque perverso; ella va desnuda, con algunas florecitas. Ursus agarra los cuernos del Uro, del toro y lo vence y lo mata. Acaba con el toro con fuerza bruta.
¿De qué símbolos estamos hablando ahí? De una nueva fuerza que conquista Europa. Son los bárbaros como Ursus los que dominarán al viejo toro que a su vez tenía Europa atado.

Y se refiera también a la brutalidad animal, ciega. Como el mito del unicornio y la doncella. El unicornio es un animal salvaje al que una virgen debe acariciar y apaciguar. El unicornio es una transposición del toro. El toro se enfrenta a nivel simbólico con la idea de la virginidad, con h idea de la niña, de la doncella. ¿Por qué? Repito, porque e toro es el mito de la virilidad ¿y qué busca la virilidad: ¿Qué busca el Don Juan? A las doncellas.
En realidad, cuando vemos que quienes defienden valores taurinos también defienden valores misóginos y quienes asocian la idea de maltrato a la de dominación, descubrimos que de nuevo hablamos a nivel simbólico. En la actualidad, cuando vemos un cuadro de El rapto de Europa no lo entendemos y no lo reinterpretamos porque nuestra idea de sexualidad y nuestra manera de relacionarnos con el arte es totalmente distinta. Sin embargo, cuando existía una censura evidente en el mundo artístico cada uno de los artistas tenía que valerse de un método distinto para representar lo que deseaba; el deseo sexual, la violación...

El rapto de Europa era uno de los preferidos. Otro de ellos era la lluvia dorada de Danáe, la Magdalena desnuda y exuberante... Bajo una explicación mitológica o religiosa se trataba una cosa totalmente distinta.
Los libros esenciales que fijan el simbolismo del toro y el toreo, no son españoles. El tercer gran libro es Carmen, de Merimeé. En Carmen nos encontramos no con una escena de toreo, pero sí con un soldado navarro y la gitana apasionada que lo deja por un matador. Por un torero, ¿porqué? Porque hay un momento en el que el propio don José no le satisface en la cama; no despierta la pasión de Carmen.
Incluso cuando hayamos perdido la historia que estaba asociada a ese símbolo, el símbolo continúa teniendo vigencia. No es casual que encontremos un sistema ritual tan, tan riguroso dentro del mundo del toreo.

El doctor Lupresqui asociaba ese proceso de distancia moral con la crueldad, y la violencia. El símbolo te protege de eso. Una cosa es matar a un animal a sangre fría y que exista todo el ritual previo en que estás protegido por los santos, y rezando frente a un altar. Tu esposa no te acompaña, porque las mujeres siguen siendo impuras dentro de ese entorno. Te vas a enfrentar a la muerte, estás en un coso sagrado, en el que cada uno de los colores que eliges en tus vestidos tienen un símbolo determinado. Cuando se está concentrando uno en todos esos aspectos externos, es muy fácil olvidar lo que está sucediendo allí.
Y la mente se aferra primero a la negación: "no, no, no, el animal no sufre", como diría el Profesor Hiera, no, lo que estoy viendo es algo artístico, es algo bello. No, no, lo que estoy viendo me produce placer. Cuando una sensación es suficientemente intensa, tendemos a identificarla la primera vez con miedo, y partir de allí con una emoción tan absoluta que se puede convertir en placentera sin necesidad de ser psicópatas.

Los taurinos, lo mencionaba Albert Castillón, se han apropiado también del símbolo del nacionalismo. Ahora ser taurino es defender la unidad española. Yo tengo un artículo diario en el periódico Público, y un artículo semanal en el periódico ADN, publicaciones que aparecen tanto en papel como a nivel digital. Lo cual significa que los lectores se pueden dirigir a mí a través de foros, a través de comentarios online, o a través de mi página web. Los ataques más virulentos que yo he recibido y las únicas ocasiones en que yo he recibido amenazas directas han sido en los artículos en los que yo hablo del holocausto judío y en los artículos en los que yo me declaro antitaurina.
Mi experiencia me hace ver que las reacciones que se producen son absolutamente virulentas y los términos en los que se me amenaza, los términos en los que se me insulta son también profundamente similares. Con una reacción tan virulenta no estamos hablando únicamente de defender un arte, una costumbre. Estamos hablando de ideología.

Se comentaba que cada causa necesita sus paladines. El problema está en que los pocos escritores y los periodistas declaradamente antitaurinos, recibimos una presión tan grande para dejar de que es para pensárselo. Has de estar muy convencida. Yo tengo 34 años y 17 libros publicados. Mi carrera en estos momentos, espero, no peligra especialmente. Pero una persona joven que está comenzando sí se lo plantea. Porque el desagrado del público, el desagrado del lector, viene a ser tan importante como el voto para el político.

Me gustaría, por lo tanto, que, especialmente en Internet, algo tan elemental y tan inmediato y tan rápido, que los grupos antitaurinos y la población antitaurina estuvieran tan alerta como están los taurinos en cada una de las mani¬festaciones que se están realizando. Si no se apoya y si no se arropa a la gente que defiende las mismas ideas que nosotros será difícil cambiar nada, porque los ataques son constantes. En muchas ocasiones no tienen que ver con los lobbies de poder, sino con la opinión inmediata. Por supuesto que el antitaurino de a pie también esta recibiendo esas presiones, pero generalmente su puesto de trabajo no peligra con ello. Su reputación profesional no peligra con ello.Hay muchos otros temas relacionados con el símbolo, la literatura, el arte relacionado con el toreo, la lidia y con la matanza de animales, pero me parece que será más interesante que iniciemos un debate y que así podamos incorporar tanto mis ideas como las de Ferrán Espada.
Una de las obsesiones personales que yo he tenido durante toda mi vida ha sido conseguir un reconocimiento oficial para la figura del escritor. Eso es algo bastante polémico porque hay mucha gente que considera que el escritor nace, y que ya existe filología, periodismo, humanidades para que el escritor se forme.

En España no existen estudios específicos para que alguien sea escritor. Sí para que sea escultor, pintor, bailarín, músico en sus distintos grados, cantante... ¿Qué significa eso? Que no se puede potenciar una infraestructura laboral que tenga como base también a escritores políticos, a comentaristas... pero por otro lado, en las universidades se descuida profundamente el modo de redacción de los alumnos, incluso en periodismo, en filología.
Me estoy encontrando con una gran oposición para que surjan unos estudios específicos. Esperemos que ahora con la convergencia de la Universidad de Bolonia lo tengamos algo más fácil. Sin embargo, cuando yo planteo esto, mucha gente me dice: espera. Yo recuerdo una discusión muy interesante con un vicerrector mexicano, en Noruega. Decía que no exagerara, que los toreros tampoco tienen carrera, ni reconocimiento universitario. A lo que mi respuesta, generalmente mesurada es: tienen escuelas taurinas, y por otro lado es muy cuestionable que sea algo que tenga que ser enseñado o potenciado desde una universidad.
Bueno, en los últimos dos años, aprovechando precisamente con la cercanía ya de Bolonia ese discurso ya está cambiando; se suceden los reconocimientos universitarios y de las academias de bellas artes hacia toreros, y hacia personas cercanas al mundo del toreo.

Coincide además con estudios que, como estamos viendo, potencian esa idea de que el toro se lo pasa bien. Vive bien cuidado en las dehesas, etc. etc. Incluso en filología, que es mi campo, se están animando a que se realicen tesis acerca del lenguaje y acerca de evolución lingüística dentro del mundo del toreo.
Cuando hablamos de ideología taurina, hablamos de una hiedra de muchas cabezas; la mayoría no advierte que en este congreso se haya abordado desde perspectivas tan distintas, y desde ámbitos tan distintos. Se puede producir una interacción entre las personas que pertenecemos a distintas disciplinas, podemos aprender unos de otros y sobre todo alertarnos de ciertas corrientes. Así como en otros campos yo estaba viendo un cierto optimismo, en el tema literario y en el trato periodístico de la normalización de esa violencia a los animales, no soy optimista en absoluto.

 

Ong ADDA  -Diciembre 2009


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