Bye Bye Monumental... - Manuel Cases

ADDAREVISTA 43

La primera ley de protección de los animales aparecida en España, la catalana, ponía ya en el año 1988 coto a la proliferación de las plazas de toros en Cataluña. Prohibía las plazas portátiles y congelaba las nueve existentes en aquellos tiempos. Veintitrés años más tarde el panorama había cambiado radicalmente sin necesidad de la ley promovida por una ILP, porque las corridas de toros ya no interesan a la gran mayoría de ciudadanos. Ni siquiera el turismo, principal valedor en ciertas plazas turísticas, ha sido suficiente y han dejado de ser rentables, porque sol y playa no ligan con la tortura de un animal. Poco a poco desaparecieron las de Sant Feliu de Guixols, Figueras, Lloret y Girona. Esto ahora no se dice — sobre todo a los que no les interesa—, como si la única plaza en Cataluña fuese la Monumental de Barcelona. El espacio que ocupaban ha dejado paso a un uso cívico o comercial y algo importante: a numerosísimos lugares de trabajo. La de Tarragona, propiedad de la Diputación, ya fue transformada para otra clase de espectáculos y finalmente la más antigua de Cataluña, la de Olot, construida en el año 1859 será cubierta, restaurada y adecentada para usos continuados durante todo el año como conciertos, actividades deportivas y actos populares.

LA MONUMENTAL

La única que se había mantenido activa, pero languideciendo de asistencia, ha sido la Monumental de Barcelona que espera la llegada del 1 de enero de 2012 para hallar un nuevo resurgir olvidando su pasado de crueldad y muerte. Los proyectos de su nueva utilización es casi seguro que ya están en marcha, aunque por ahora se han mantenido en secreto. Se habla del Cirque du Soleil como punto estable en Europa, dado el turismo internacional sostenido y los millones de turistas que visitan la ciudad condal, pero todo son conjeturas que pronto se irán definiendo. Al igual que lo que ha ocurrido con la plaza pareja de Las Arenas, convertida ahora en un activo centro comercial que incluye un museo y una cúpula para grandes ocasiones, y que está dando empleo a cientos de personas, la nueva y bienvenida Monumental, en un lugar estratégico entre el ensanche barcelonés, la remozada plaza de Las Glorias y el moderno Distrito Arroba de la Diagonal Mar, contribuirá a configurar y aglutinar el nuevo skyline de Barcelona.

AQUELARRE

El sábado 24 de septiembre de 2011 y el siguiente domingo, se celebraron las dos últimas corridas de toros en Cataluña. Se aprovechó la celebración de las fiestas de la Mercé, patrona de la ciudad, y el broche del matatoros talismán, José Tomás, que venía de torear en Nimes, como último flagelo contra unos nobles e inocentes animales herbívoros, los toros, por defenderse y embestir se han convertido en el epicentro de torturas en favor de una diversión y supuesto arte, como reivindican quienes mayoritariamente tienen intereses en la continuidad de este negocio privado más subvencionado del mundo, los llamados «aficionados», cada vez menos Ja causa de la indefectible media de edad que van acumulando, sirven de masa estática para ser zarandeados con un continuo bombardeo de opiniones interesadas que no hacen sino responder a sus propios intereses o a los de su señor.

Cuando Cataluña da un paso adelante como vanguardia de una modernidad acorde con el resto de la Europa más evolucionada, el resto de España se lanza contra ella en vez de apoyarla por la mejora y modernidad que significa en el global de la población española. Vuelven a surgir los tópicos y las mentiras interesadas para unos y para otros. Mentiras sin pudor dentro de un aquelarre del todo vale. Los unos para mantener sus prebendas y ganancias, los otros para ganar un puñado de votos cuando el granero está madurando con vistas a las elecciones generales del mes de noviembre. Ong ADDA, con sus 34 años de existencia, ha sido un testigo presencial activo, y este medio su portavoz, exponiendo a la opinión pública el atraso en cualquier mejora del bienestar de los animales que han supuesto, y suponen, las corridas de toros. Un espectáculo cruel, desfasado e incomprensible todavía existente en pleno siglo XXI.

En pocos días se ha dicho y se he escuchado de todo. Pero se ha silenciado la verdad y se ha ignorado la razón principal: el sufrimiento de los animales. Como si no existiesen. Se han dicho barbaridades, sazonadas por los medios de comunicación y comentaristas de turno que han visto, quizás, un respiro y distracción entre tantas malas noticias sobre la crisis. Se ha escuchado decir que se perdían puestos de trabajo. Sí, se perdía uno para crear cien más como ha ocurrido con la extinta y ahora remozada plaza de Las Arenas. Se ha vuelto al sobado nacionalismo, al separatismo, al alejamiento de España, etc. Sí que hay algunos partidos, a favor o en contra, que piensan en el cuento de votos, pero se ha callado la verdad de que a la mayoría de catalanes y catalanas, muchos de ellos y ellas oriundos de otras regiones españolas, pero plenamente enraizados en Cataluña, no les gusta las corridas y no las quieren. Y estos últimos son quienes ahora tienen que escuchar que «si van contra las han catalanizado por sumisión a la da». ¿Puede decirse mayor barbaridad? una iniciativa popular, que para eso está, después |de un largo y fatigoso proceso democrático en el árlament y en aras de su potestad, que ahora se pone én duda, decidió suprimirlas.

Qué tedio, qué aburrimiento y qué asco. Carlos Herrera, una de la voces matutinas radiofónicas, un activo taurófilo que participó en Bruselas en una presentación, pagada con dinero público, en defensa de «La Fiesta» —triste fiesta—, se refería, confundiendo la gimnasia con la magnesia, a «la menospreciable porquería política del nacionalismo catalán» y tildaba a los antitaurinos de «piojosos» y «mierdas». Un común denominador ha sido también considerar este hecho como un ataque a la libertad, como si esta fuese intocable para que cualquier persona o grupo, bajo este concepto, se autoimpusiese sobre cualquier mayoría democrática o el bien común.

Han sido tantas las necedades que se han dicho y se han escuchado que el resultado es el sentimiento de una gran pena al pensar que lo logrado en otros países; en España, con la alargada sombra de los toros, queda todavía mucho trabajo por hacer: de mentalización, de educación, de progreso y de puesta al día. Esto nos ralentiza, pues el tema irradia hacia otras cuestiones importantes para la nación que lastra nuestra presencia dentro del foro de los países avanzados. Cada vez adquiere más trascendencia y premonición aquella sentencia de Gandhi: «La grandeza de una nación y su progreso moral puede ser valorada por la forma de tratar a sus animales».

 

Ong ADDA  -Diciembre 2011


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