¿Nueva bandera española?

ADDAREVISTA 45

Durante el mes de agosto de 2012, coincidiendo con unos días de descanso del primer ministro británico, David Cameron, en Pollensa (Mallorca), causal o casualmente, dos dragaminas de su majestad británica recalaron en el puerto de Soller. Provenía, según se dijo, de una prolongada y peligrosa misión en el golfo Pérsico, limpiando sus aguas de posibles minas, resultado de los pasados conflictos bélicos.

Hacía años que ningún barco de guerra británico visitaba aquel bello lugar. Es lógico que su llegada fuese muy festejada, tanto por parte de su población como de los actos oficiales que esta visita merecía. Es norma que cuando un barco extranjero, y más tratándose de uno de guerra, atraca en puerto extranjero, se ice la bandera del país huésped en el mástil de señales. Así pues, los mandos británicos dispusieron, en un gesto de amabilidad, izar dos enseñas, la española y la de la comunidad de las Islas Baleares. La perplejidad fue supina cuando en vez de la bandera de España, con el escudo, apareció una bandera española con el toro negro. Pero no fue izar y arriar, pues ondeó estática en el mástil ante el estupor de próximos, extraños y autoridades.

La existencia y procedencia en el buque de aquella burla a la enseña de una nación por el momento se desconoce. Lo que es conocido es que puede adquirirse en muchas de las tiendas españolas de regalos. En Madrid, capital de España, concretamente se expone en el Paseo del Prado, Gran Vía, etc. Y no pasa nada.

En tiempos del anterior gobierno, ADDA se dirigió al ya expresidente Zapatero, denunciando este hecho, pues aparecían estas falsas banderas estratégicamente colocadas en eventos deportivos que se retransmitían por televisión: másters de tenis, partidos internacionales de La Roja, etc. (ver n.º 38 de esta publicación). Como el escrito tenía calado, mereció una contestación de parte del gabinete de presidencia. Se intentaba diluir y soslayar el tema, pero del texto se intuía que se había tomado nota. Y, efectivamente, a partir de entonces en los siguientes eventos deportivos se vio que existían instrucciones para evitar estos planos y que también, muy pocas veces entre el público, se mostraba el plano de esta casposa expresión de falsa hispanidad.

Según la legislación española, está penado vejar, quemar, rasgar, etc., la bandera de España (en EE. UU. hasta hace relativamente poco no lo estaba). Existen más que abundantes casos y penas aplicadas al respecto, pero este descrédito de la bandera con toro continúa. ¿Se le tendría que ir explicando, uno por uno, a cada extranjero la diferencia entre la oficial y verdadera y la falsa? ¿Quizás el marino de su majestad británica y su oficial superior no tuvieron tiempo ni ocasión de recibir explicaciones para evitar estas raras dualidades?

Con el nuevo gobierno mayoritario del Partido Popular, que se manifiesta tan a favor de la restauración taurómaca en toda España, ha de presentarse un dilema difícil de resolver. ¿Hay que atajar esta dualidad sobre un tema tan importante como la identificación de España? O bien, dada la defensa que hace el Ministerio de Cultura para la retaurinización de España, hacer la vista gorda?


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