La manipulación de los toros- Manuel Muñoz Peces-Barba

ADDAREVISTA 8

Ya la Sociedad Mundial para la Protección de los Animales, WSPA, de Londres, venía denunciando estas manipulaciones.

Denunció, públicamente, que al toro se le «prepara» para el último momento de su vida, untándole los ojos con vaselina para dificultar la visión; introduciéndole profundamente algodón de estopa en la nariz para dificultar su respiración; golpeándole los ríñones con sacos terrenos para reducir su fuerza; limándole la punta de las astas, con lo que se producen intensos dolores en terminaciones nerviosas, etc.

Esto vino siendo negado sistemáticamente por los taurófilos. Sin embargo esta voz de alarma, repetida por importantes revistas belgas, fue confirmada por veterinarios españoles. La prensa madrileña en enero de 1988, publicaba las manifestaciones de un veterinario, titular de la plaza de las Ventas y de Colmenar Viejo, en las que explicaba que descubrió varios toros, lidiados en las ferias colmenareñas de 1985 y 1986, que habían sido drogados, purgados o sometidos a otras manipulaciones fraudulentas. Según su opinión —continuaba el artículo— muchos de los toros que se lidian en las distintas plazas españolas, tienen comportamientos atípicos, con extrañas pérdidas de equilibrio, que no se corresponden con el agotamiento normal de estos animales. O lesiones funcionales, según juicio de los expertos en ganado y de quiénes son buenos conocedores de la clínica veterinaria.

Sus sospechas se acentuaron en una de las corridas de la feria de Colmenar en 1985, al observar, ya en el preceptivo reconocimiento del mediodía, que los toros, de un trapío irreprochable, padecían abundante diarrea y descoordinación de movimientos. Después de la muerte y arrastre de cada animal —según reprodujo la prensa— fue recogiendo asas intestinales y jugos gástricos de las reses que se enviaron a analizar a un laboratorio oficial. Los resultados revelaron que por cada 100 gramos de contenido intestinal, había 31,2 miligramos de sulfato; lo cual permitía saber que al conjunto de la corrida se le había disuelto en el agua que bebió en los corrales, unos 25 kilos de sulfato de sosa y sulfato de magnesio —o sal de Epson—, preparado que se acostumbra a administrar al ganado vacuno cuando necesita purgante, aunque en dosis muy inferiores, «cuatro a cinco kilos por toro — explica el veterinario— ya resulta una cantidad brutal».

En otra fecha y en otros toros, el veterinario recogió muestras de hígado, bazo, riñón y sangre, solicitando su examen en el mismo laboratorio. En el análisis se descubrió restos de «Colbelén», un derivado de la fenotiacina, que es un hipnotizante y sedante, causando efectos a los pocos minutos de su inyección. Este producto es utilizado en las cuadras para drogar a los desgraciados caballos que utilizan los picadores.

Comprobó asimismo el veterinario que los toros sufrían exageradas conjuntivitis e inflamación aguda del globo ocular, dolencias que no se habían advertido en el reconocimiento. Concluyó —aunque en este caso no pudo aportar pruebas— que «a esos toros se les debió de rociar, momentos antes de su lidia, con spray paralizante del tipo de los que se utilizan para la defensa propia».

Opinaba el veterinario citado que las caídas de los toros corresponden a causas diversas, desde la enfermedad o desnutrición a lesiones. Pero hay una caída característica que a un experto le hacen sospechar que puede deberse al efecto de las drogas, «no es falta de fuerza lo que se aprecia al toro en estos casos, sino somnolencia e incoordinación: tropieza, se tumba y no se quiere levantar. Y cuando, a duras penas consiguen ponerlo en pie, no responde con viveza al cite: trastabilla y vuelve a tirarse al suelo».

Estas y otras denuncias que no traemos aquí para no extendernos, siempre «pasaron inadvertidas». Pero la reciente Ley de Potestades Taurinas, sin duda ante el clamor que, a pesar de todo, vienen levantando estos incontrolados ataques a la integridad de un animal condenado a muerte para regocijo de los taurófilos en un vergonzante y sangriento ritual mantenido por nuestras autoridades, no ha tenido más remedio que reconocer estas manipulaciones. Porque no olvidemos que la Ley no prevé las situaciones. Viene a regular las ya existentes:

  • La manipulación fraudulenta de las defensas de las reses a lidiar.
  • La administración a las reses de lidia de productos tendentes a disminuir su fuerza o integridad física o a modificar artificialmente su comportamiento o actitudes. Infracciones que pueden ser muy graves si se cometen en tres o más corridas celebradas en una temporada taurina. Es decir: la Ley ya prevé la repetición de estas infracciones a pesar de estar sancionadas; porque estas manipulaciones existen con carácter generalizado.
  • Ahora falta que los veterinarios —profesionales a los que falta un juramento análogo al hipocrático—, cumplan su extraña labor de control y de denuncia. Y falta, también, que aparezca el Reglamento para que las autoridades impongan definitivamente las sanciones establecidas. Quizás con ello haya menos «aguerridos matadores». (Artículo aparecido en «La Jungla de Asfalto» de la SPAP de Madrid y autorizada su reproducción para ADDA por su autor).

Ong ADDA  -Octubre/Diciembre 1991


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