Es conocida la penuria de agua que sufrió Cataluña hace dos años. La concienciación ciudadana redujo el gasto en un 20 %; se buscaron o reacondicionaron nuevos aforos y se revisaron pérdidas importantísimas de caudales de la red de distribución que, sorpresivamente, nadie se había ocupado de reparar. Entretanto la resolución del problema a base de trasvases de otras cuencas hasta llegar al río Ródano francés, llenó un amplio debate político.

Por fin apareció la solución: Barcelona, ciudad mediterránea, obtendría el agua del mar. Una fuerte apuesta por la tecnología puntera captaría el agua marina, la desalaría... problema resuelto. El pasado mes de julio se ponía en marcha la más potente planta de Catalunya y Europa, con un suministro de 60 hectómetros cúbicos anuales (1 hectómetro cúbico equivale a ¡1.000 millones de litros!) y un coste de 230 millones de euros. Una planta que se presenta como emblema de la política hidrográfica catalana. Pero no es la primera; sólo en Cataluña hay que contar con la de Tordera, Cunit, y las que hagan falta, tal y como se ha hecho en otras comunidades ribereñas, incluida Baleares. Pero, ¿a costa de qué? Pues de un gasto importante de energía eléctrica provinente de combustibles sólidos o de centrales nucleares -la mayor parte de Francia- dado que Cataluña es vergonzosamente deficitaria en energías renovables.

Vale la pena recordar el circuito: el calentamiento global provocado por el hombre trastoca la climatología, se suceden épocas de sequías o inundaciones, de sofocantes estíos o rigurosos inviernos; y como falta agua y la población, junto con la industria, aumenta, los procedimientos antinaturales irrumpen con más demanda de energía. Y lo que es peor, ya que los milagros como tales no existen, se manipula el agua marina devolviendo al mar los residuos del agua cargada de sal -salmuera-, junto a otros productos que se utilizan durante el proceso. Lo que ahora se presenta como "emblema", con la proliferación de estas instalaciones, puede tener resultados desastrosos en un biotopo marino relativamente pequeño como es el mediterráneo. La naturaleza reaccionará, y lo hará siempre en contra de nuestra forma de vida habitual; y se deja, por otra parte, a la medicina evaluar las consecuencias que, a la larga, puede representar para el consumo humano beber un agua exenta de los minerales que la enriquecen.