Cataluña, encuesta sobre "correbous"

ADDAREVISTA 44

Redacción, marzo 2012.—Las fiestas populares denominadas correbous se desarrollan mayoritariamente en el Bajo Ebro catalán con paralelismos en la colindante Comunidad Valenciana. El animal víctima es el buey, o sea, un toro equivalente a «bou», tanto en catalán como en valenciano. Literalmente correbous significa correr el buey. Se pensará que se trata pues de dejar a un toro deambular por una calle para festejo popular. Lamentablemente es muy diferente. Tiene varias variantes a cual más estresante, angustiosa y hasta cruel. La menos angustiosa podría ser el correr junto al animal sorteándolo sin tocarlo, pudiendo identificarse con el nombre del festejo. Pero la realidad es distinta, pues una multitud de gente se apelotona junto a él ocasionándole un gran estrés. Las otras variantes ya implican maltrato intrínseco y crueldad. El «toro ensogado» (bou capllaçat o su símil, bou enmaromat) es como lo anterior, pero esta vez se le ata de los cuernos una larga soga que se divide en dos extremos y se le arrastra por las calles a la fuerza. La parte de la cornamenta y la testuz es una de las partes más sensibles del animal. Y las variantes se culminan con la más cruel, el «toro embolado o de fuego» (bou embolat). Después de atarlo fijamente en un poste, los emboladores le ciernen un arnés metálico en la testuz, base de dos extremos que acaban con dos bolas de estopa y brea. Con el pobre animal todavía sujeto se prende fuego a las bolas, se le suelta y se le deja correr solo por las calles durante la noche para más vistosidad. También existe el «toro en la playa» o bous a la mar, al que se le incita para que se precipite al mar en donde es perseguido y rodeado con barcas.

DESCONCIERTO EN CATALUÑA

Tras la aprobación en Cataluña de la supresión de las corridas de toros, ya efectiva desde el primero de enero de este año 2012, por motivos políticos difíciles de aclarar, el mismo Parlament se apresuraba a promulgar otra ley que desmerecía toda la grandeza y aplauso de su antecesora. Esta publicación en su ejemplar nº 41 (también se puede encontrar en <www.addarevista.org>, tema “Fiestas populares” nº 41) se extendía en explicar la sucesión de una tramitación mal elaborada, precipitada y a destiempo de una ley que pretendía blindar los correbous. El verano pasado (2011), ya en vigor, sirvió para incrementar el número de estos festejos populares y la aparición de nuevas localidades organizadoras fue vista con gran tolerancia. Los toros, como siempre, llevaron la peor parte y asociaciones como Anima Naturalis y el partido animalista PACMA siguieron denunciando irregularidades. A principio de este año filtraciones en la prensa indicaban que se estaba elaborando el reglamento que debería perfilar el desarrollo de la ley de correbous. Reglamento, antes del verano del 2012, en el que se intuye la influencia dominante del sector promotor y favorable a la continuidad y engrandecimiento de los correbous. La alarma cundió al conocerse varios flecos. Por ejemplo: el «toro embolado», por ley, no puede durar más de quince minutos con el fuego encendido, para, una vez apagado prolongarse quince minutos más; pues según este borrador, si por circunstancias casi mágicas se volvía a encender, las bolas candentes podían durar hasta los 30 minutos, agotando el máximo permitido. Existen imágenes retrospectivas para ver cómo una vez soltado el animal del poste de tortura cae muerto, fulminado, al suelo.

EL POR QUÉ DE UNA ENCUESTA DE OPINIÓN

Con todos estos avatares, si bien en el sur de Cataluña los festejos populares tienen una larga tradición en algunas localidades, pero no en todas, en el resto de Cataluña eran bastante desconocidas. Según datos oficiales registrados de la Generalitat de Catalunya en el año 2011 se totalizaban 56 festejos distribuidos en 26 municipios de las tierras del Ebro más dos en Tarragona, lo que totalizan 28 en toda esta provincia, cuatro en la provincia de Girona y cuatro en la de Barcelona. Ninguno en la provincia de Lleida. La aparición de la ley de los correbous sirvió para que el resto de la ciudadanía catalana conociese con más detalle qué eran realmente y, por tanto, formarse opinión de los mismos. Era el momento pues, para conocer y efectuar un sondeo en toda Cataluña distribuido por las cuatro provincias y conocer con más exactitud el criterio popular respecto a estos espectáculos populares. Esta fue la razón que motivo a la Ong ADDA a encargar un sondeo de opinión a una conocida y prestigiosa entidad para desarrollar este trabajo.

Los resultados que se acompañan a los gráficos son suficientemente expresivos para deducir que la mayoría de la población catalana rechaza los correbous. Consideran que los animales sufren y son maltratados un 75,5 %, que no deberían existir estos festejos un 68 % y que no están de acuerdo con la ley catalana que los ha legalizado un 64,4 %. O sea, rechazan los correbous siempre entre una pinza del 64, % y el 75,5 %.

LA OPINIÓN DE Ong ADDA

Para Ong ADDA, con 35 años de labor continuada, la temática de las fiestas populares españolas con maltrato y crueldad a los animales ha sido una de sus preocupaciones más relevantes. España, lamentablemente, parece que no ha encontrado otra diversión que no sea otra que maltratar a los animales. En variadísimas formas y con diferentes animales: gallos, cabras, patos, cerdos y el particular con bóvidos. Poco a poco algunas de ellas ya han desaparecido, pero los toros continúan siendo las víctimas propiciatorias de toda clase de desmanes. Los correbous y sus variantes no son patrimonio exclusivo de Catalunya pues están extendidos en la Comunidad Valencia y el Bajo Aragón.

Hay que reconocer que en el Bajo Ebro —terres del ebre—, especialmente en verano, se dice que «si no hay bous, no hay fiesta». Es pues un tema delicado que merece ser tratado con cordura, pues una minoría —véanse las encuestas— muy ruidosa impone su voluntad frente al resto silencioso que no se atreve a manifestar su repulsa. Cualquier reacción contraria a sus fiestas se considera una agresión a sus costumbres y a modo de Fuente Ovejuna, esta minoría se compacta aún más en su defensa hasta, a veces, llegar a pensar que se hallan desligados del resto de los catalanes. Ante este dilema, Ong ADDA siempre ha mantenido una postura que intenta ser conciliadora, aviniéndose muy a pesar suyo, a la celebración de «correr el bou» por las calles sin maltratarlo y con toda la seguridad tanto para el animal como para la gente que participa, pero denunciando que las variantes del «toro ensogado» y el «embolado» ya no caben por ser un maltrato manifiesto que se contrapone a la ley catalana de protección de los animales y es impropio que en pleno siglo XXI todavía existan esta clase de festejos.

EPÍLOGO

La lamentable aprobación de la ley catalana de los correbous abre un nuevo capítulo de litigios no deseados cuya duración está por ver. Es extraño que los políticos que la promovieron y la votaron no tuviesen una visión prospectiva del acontecer futuro. Es y será una constante de los animalistas, que no cejarán en su denuncia, pues a medida que transcurra el tiempo tal como está avanzando —estamos en el siglo de la revolución digital—, más se irán poniendo de manifiesto que ciertas prácticas, aunque estén presentadas como una tradición, ya no encajan en esta nueva sociedad que se está forjando. Quizá sería el momento, ahora, de, fríamente, encontrar una solución para que sin coartar la personalidad ni el ansia de diversión de la gente, se pueda desarrollar este festejo popular sin maltratar a los animales


Relación de contenidos por tema: Fiestas populares crueles


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