El mes de septiembre de 2016, ha marcado un hito en la celebración del Toro de la Vega. Por primera vez, desde hace siglos, no se ha torturado ni matado al toro que se suelta en la dehesa de la ciudad pucelana de Tordesillas. La Junta de Castilla y León prohibió en mayo del 2016 este espectáculo en el que se persigue, acosa y da muerte a lanzazos a un toro. Este logro se ha conseguido tras años de lucha de los grupos animalistas contra esta sangrienta tradición. El Partido Animalista (PACMA), que se ha convertido en el primer y único partido político extraparlamentario en España, se fundó en el año 2003 y, como tal, es uno de los más activos con la causa de la abolición del Toro de la Vega. El PACMA reunió en septiembre del 2016, en Madrid, bajo su bandera, a miles de personas en una manifestación para abolir el torneo medieval de Valladolid. El gran paso de no matar a lanzazos al toro en Tordesillas se ha conseguido gracias a la presión, no solo de los partidos y grupos animalistas, sino también de la sociedad española, que cada vez rechaza de forma más mayoritaria cualquier tipo de maltrato animal, por mucho que esté disfrazado de tradición y de cultura. De hecho, el mundo del arte y de la cultura también se ha posicionado en contra de festejos como el Toro de la Vega, con representantes como Rosa Montero, Julia Otero o Dani Rovira, entre otros.

No obstante, a pesar de hitos históricos como el conseguido con el torneo medieval de Valladolid, los festejos populares taurinos, como encierros o becerradas, han aumentado en España, aunque el número de las corridas de toros ha disminuido. Y es que, en las plazas, es difícil ver a un público joven. Según un estudio realizado por la organización World Animal Protection, el 84 % de los jóvenes con edades comprendidas entre los dieciséis y veinticuatro años rechaza los espectáculos taurinos. Aseguran, además, sentirse «poco o nada orgullosos» de vivir en un país donde la tauromaquia es una tradición cultural. Asimismo, el 73 % no quiere que se destinen fondos públicos a la fiesta. Y es que parece que la tendencia apunta a que las nuevas generaciones dan la espalda a cualquier práctica en la que se maltrate a los toros.

Es un hecho que las fiestas taurinas cada vez pierden más terreno en España. Abolidas en Canarias, prohibidas en Cataluña y declaradas como ciudades antitaurinas A Coruña, Palma de Mallorca y Alicante. No obstante, todavía quedan muchas localidades —ver despiece— donde no se ha cerrado la puerta a las corridas o los festejos populares con toros. Ni siquiera la muerte de decenas de personas por asta de toro cada año disuaden a las autoridades municipales y autonómicas de desterrar fiestas con toros que ponen en peligro la seguridad de la población, incluidos los menores. De hecho, todavía se pueden ver en primera línea de fuego a niños durante los encierros taurinos.

El acoso y la muerte a lanzazos de un toro comenzó a practicarse durante la Edad Media en España, pero, en el siglo XVIII, dejó de interesar a la nobleza. No obstante, se mantuvo el toro a pie, donde se torturaba a los astados de diversas maneras, como con piedras, palos, pinchos o perros de presa. Algunos reyes españoles, como Fernando VII (1784-1833), que pasó a la historia como un monarca cruel y traicionero, contaban entre sus principales aficiones con las corridas de toros. Pero es sorprendente que, en el siglo XXI, España todavía cuente con un mapa repleto de localidades donde se maltrata a los toros.  Carolina Pinedo

Calendario de la tortura popular con animales

• Castellón, Valencia y Alicante tienen un gran número de festejos populares taurinos. El más frecuente es la suelta de vaquillas (3268, un 39 % del total), seguido del toro embolado (1828, el 22 %) y el bou de corro o rogle (1523, el 18 %). Tres localidades celebran bous a la mar, un festejo en el que el toro termina en el agua: treinta y cinco se registraron en 2015, todos ellos en Dénia y Xàbia (Alicante) y en Benicarló (Castellón).
• Castilla y León es la segunda comunidad autónoma en número de festejos taurinos: 1905, una cifra casi idéntica a la de años anteriores, en la que los encierros y las vaquillas son mayoría. Navarra le sigue con 1573 y, al igual que en la Comunidad Valenciana, va en auge: fueron 353 más en 2015 que en 2011.
• En cambio, en el panorama general, la mayoría de comunidades sigue organizando el mismo número de festejos que hace cinco años. Castilla-La Mancha se lleva la palma con las sueltas de reses (585 en 2015), los encierros en cascos urbanos (209) y también los campestres (186). En Aragón, se organizan más de mil actividades festivas con toros al año.
• En la Comunidad de Madrid (665), los encierros son las únicas actividades populares autorizadas.
• La siguiente comunidad en número de festejos, Extremadura (568), donde tampoco se permiten los toros enmaromados ni embolados, tiene la penosa existencia del Toro de Coria, que, después del encierro, como despedida, recibe un balazo de fusil. Por su parte, en Andalucía, se celebraron 409 eventos taurinos.
• En La Rioja (312 festejos), cuatro de cada cinco son sueltas de vaquillas, aunque subsisten los toros enmaromados en Arnedo, Cenicero o Cervera. En las 164 actividades taurinas del País Vasco, a las sueltas, se añaden los sokamuturra, la variante local de los toros ensogados, que siguen celebrándose en Vizcaya y en Guipúzcoa.
• En Cataluña, una comunidad en la que están prohibidas las corridas de toros, se mantienen los correbous, bous a la mar o capllaçats (enmaromados) en la provincia de Tarragona, con más de medio centenar de festejos en 2015. Pero también persisten, de una forma u otra, en Santpedor, Cardona o Rosas. En Vidreres y Torroella de Montgrí (Girona), están pendientes de ser prohibidos.
• En Cantabria, con veinte eventos anuales, solo se celebran encierros, mientras que en Baleares apenas subsiste una fiesta, la del correbou de Fornalutx, en Mallorca, que cada vez está más cuestionada. Es también anecdótico el caso de la Festa Do Boi en Allariz (Ourense), en la que se enmaroma un buey y que es la única de este tipo en toda Galicia.

Dicembre 2016