A por ellos

ADDAREVISTA 33

El fútbol se ha convertido en un fenómeno social. Pocos deportes han llegado a alcanzar tal cantidad de aficionados y demostración de sus actitudes en defensa o a favor de su equipo. Guste o no guste, no puede obviarse su presencia, y para los no adeptos, es necesario, al menos, un mínimo de conocimientos para dar una opinión y desenvolverse en sociedad.

Al igual que las Olimpiadas, sus celebraciones se repiten cada cierto número de años con la astucia, pues todos están de acuerdo, de que se desarrollen con la sinergia adecuada, para que no se solapen ni entorpezcan entre ellos y siempre exista un evento importante al que la gran masa pueda incorporarse. Así, se van sucediendo las Olimpiadas de verano, las de invierno, el campeonato de Europa, el campeonato de América... y el clímax llega con el Campeonato Mundial.

En junio de 2006, Alemania recibió en sus distintas sedes el Campeonato Mundial de Fútbol. Estadios fulgurantes, césped perfecto... Todo de acuerdo con la acostumbrada precisión germánica. Cientos de miles de visitantes aficionados invadieron el país. Aficionados que, con su presencia testimonial in situ, eran seguidos y coreados en las plazas y calles de sus respectivos países, que seguían los avatares de sus respectivos equipos nacionales. Nada que objetar. Aunque, ahora, el fútbol ya es un negocio que mueve cifras astronómicas con la incorporación de las retrasmisiones televisivas, que no le queda nada de deporte amateur, que se pagan cifras millonarias por sus estrellas, quienes viven rodeadas de un halo camino de su santificación... Nada que objetar, porque nadie se ve obligado a participar, aunque una pléyade de personas aspire a ello. Porque existe un reglamento y un equipo arbitral –casi siempre criticado– que resuelve cualquier falta que se cometa. Y lo más importante: no se torturan animales. Pero, ¿a qué viene esto? Pues a que es un espectáculo aceptado y celebrado voluntariamente por quienes lo practican, y en el que la juventud –y los no tan jóvenes– se han volcado, dejando de lado otros espectáculos odiosos, como las corridas de toros, en las que la víctima tiene que soportar su tortura y muerte en una contienda forzada. Bienvenido sea, pues, el fútbol.

Jugadores y seguidores forman un todo. La presencia en los campos de fútbol de la afición y su apoyo ayuda a descargar adrenalina, y el equipo al que pertenecen considera importantísima su ayuda. En un gran evento, como el Mundial de 2006, los ánimos de las masas se caldean ya antes de iniciarse, y es obligado prepararse para ello. Es importante vestirse adecuadamente, pues tan importantísima industria se encargará de preparar el atrezo adecuado. A España le corresponde, faltaría mas, el rojo y gualda, en apoyo a su bandera nacional. Se adereza todo con eslóganes y alguna canción con estribillo. Nada que objetar. Pero, lo que tendría que ser demostración de alegría, de apoyo a su selección en un país extranjero con cámaras presentes de todo el mundo, trasmitiendo un mensaje vistoso y representativo, cae en la chabacanería y se resucita la España torera, felizmente cada vez más superada, con una cutrez insoportable que avergüenza a la mayoría de los compatriotas. La bandera española manchada con la efigie de un toro, sombreros con un toro, cornamentas... Y algo preocupante: estas imágenes han sido repetitivamente visionadas, con una contribución muy negativa, en vez de dar la idea de un país avanzado que tiene vocación por algo más que practicar el torerismo callejero. ¿Es que entre los miles de visitantes españoles sólo interesaron a los medios los que mostraban esta cutrez?

A por ellos…, a por ellos... ¿No será a por nosotros?


Relación de contenidos por tema: Opinión


Temas

Haz clic para seleccionar