William Travers: infatigable defensor de la vida en libertad - William Travers Jr. y Max Argerich -

ADDAREVISTA 15

El 28 de junio de 1994 tuvo lugar en St. James Church, Londres, una misa en recuerdo de Bill Travers, actor, documentalista y defensor de los animales que murió a principios de ese año. En dicho acto, su hijo, Bill Travers Jr., leyó un sentido texto de homenaje a su padre ante los cientos de familiares y amigos allí reunidos, entre los que se contaban un buen número de representantes de asociaciones animalistas. ADDA DEFIENDE LOS ANIMALES les ofrece un resumen de ese emotivo y merecido homenaje a un infatigable luchador por la preservación de la vida salvaje.

Bill Travers, nacido en el norte de Inglaterra, fue sin duda un hombre excepcional con una vida extraordinaria. Tenía fama de ser un hombre directo y honesto, duro negociador pero digno de total confianza. Su meritoria participación en la Segunda Guerra Mundial fue públicamente reconocida con una serie de premios y el ascenso al rango de mayor a la edad de 23 años. Formó parte del ejército británico que luchó en Malasia y Burma, y participó en varias misiones secretas detrás de las líneas enemigas junto a los guerreros Gurkha, tribu hindú del Nepal cuyos miembros son famosos por sus cualidades guerreras, y que colaboraron con los británicos en las dos guerras mundiales.

A mediados de agosto de 1946, después de la capitulación de los japoneses, el Mayor Travers se entrevistó en Bidor con el General Oda, comandante en jefe del estado de Perak (Oeste de Malasia), de quien obtuvo facilidades para visitar los campos de prisioneros de guerra y de civiles, así como los hospitales civiles. Así tuvo oportunidad de observar personalmente e informar a sus superiores sobre el tratamiento que recibió la población civil durante la ocupación.

Además, fue uno de los primeros soldados aliados que, como miembros de un grupo de Operaciones Especiales, se trasladaron a Hiroshima y pudieron comprobar la devastación y destrucción completa de toda la ciudad.

ESPÍRITU SENSIBLE

A pesar de las muchas penalidades sufridas y las brutalidades de la guerra, Travers desarrolló en aquella época un profundo respeto hacia el Lejano Oriente y sus gentes. Tenía una sensibilidad especial para entender y apreciar otras gentes y otras culturas. En 1987 tuvo ocasión de regresar a Burma, esta vez para escoltar a seis tigres rescatados de un circo, que fueron trasladados a un santuario de vida salvaje.

William Travers tenía un don especial.para aprehender el alma de los países que visitaba y de sus gentes. Aunque perdió algunos amigos íntimos y colegas en la guerra, ello no le impidió sentir una enorme pena y compasión por sus semejantes cuando éstos sufrían. Su amistad personal con numerosos japoneses demuestra su absoluta incapacidad para sentir rencor, incluso a pesar de sufrir como secuela de aquella terrible experiencia bélica la malaria, que le acompañó durante muchos años después de la guerra. En 1948 dejó el ejército y regresó al cine. Participó en la película The Wooden Horse y poco después protagonizó Geordie, que fue el filme que lo lanzó al estrellato.

En 1957 conoció a la que sería su segunda y definitiva esposa, la también actriz Virginia Mckenna, el amor de su Vida hasta su muerte, cuarenta años después, y con quien trabajó en numerosas ocasiones tanto en teatro como en cine. La pareja, que tuvo cuatro hijos, más una hija que aportó Travers de su primer matrimonio, siempre se mantuvo fiel a la familia, a la que antepuso al glamour, las fiestas y la ambición personal de la típica estrella de cine.

EL RODAJE DE "NACIDA LIBRE"

En 1963 se produjo un hecho que cambiaría radicalmente la vida de Bill. El productor de Hollywood Cari Foreman escribió un guión basado en el libro Nacida libre, que narra una historia real: la vida de Elsa, una leona, y su reintroducción en la vida salvaje gracias a Jo y George Adamson, cuyos personajes interpretaron Travers y McKenna. Este hecho marcó decisivamente las vidas de los Travers.

Nacida libre fue producida por Columbia Pictures y se rodó a lo largo de diez meses en Kenia, con un reparto mixto de británicos, keniatas y, por supuesto, numerosos leones. Se trataba de una película inusual en muchos sentidos. Los Travers no quisieron utilizar dobles en ninguna escena, y así lo hicieron constar en sus contratos. Junto con los Adamson, formaron un bloque en favor de los tigres, no permitieron que nadie coaccionara a los animales y exigieron que se les disuadiera por las buenas. Al fin y al cabo, la historia de Elsa era una historia de amor. El amor y la confianza debían ser reales, de lo contrario la película sería un fracaso. El contacto directo con los animales se antepuso a las presiones por parte de los productores, más preocupados por la premura del tiempo y los problemas de presupuesto. Aun así, Bill y Virginia, junto con Jo y George Adamson, negociaron el traslado de siete de los leones de la película desde los zoos en los que estaban recluidos al lugar donde George estaba poniendo en marcha su proyecto de rehabilitación de animales. Esta actitud combativa y obstinada fue muy criticada por los productores del filme de regreso a casa.

Pero el cambio en Bill Travers ya se había producido, gracias a la gran influencia de George Adam-. son y su filosofía holística. Nacida libre, como el libro, se convirtió en uno de los clásicos de la vida animal, y una muestra de que a la larga la integridad y la honestidad siempre se imponen. La película es un canto a los valores fundamentales de libertad espiritual y emocional. 

DETRÁS DE LA CÁMARA

En 1966, en un momento en que parecía tener abiertas las puertas de Hollywood para desarrollar una segura y larga carrera artística, Travers cambió de rumbo y emprendió una nueva etapa como documentalista. En 1967 regresó a África para filmar su primer documental, Los leones son libres, en el que se muestra el destino de los siete leones que George Adamson intentaba retornar a la vida salvaje. Inmediatamente se convirtió en un clásico por propio derecho, y fue exhibido de costa a costa de los Estados Unidos en varias ocasiones. Le siguieron otras historias, como El león en el fin del mundo y Christian, el león.

Bill Travers entró en contacto a lo largo de su carrera como documentalista con gente como Monty Rubén y Adrián House. quienes colaboraron con él en varios libros y películas a lo largo de 30 años, o Hugo van Lawick, con quien hizo documentales sobre los perros salvajes de África, las hienas, los babuinos y los leones del Serengetti. Con Simón Trevor realizó Río de Arena y la película de la que él se sentía quizás más orgulloso de haber escrito y producido: Marfil sangriento, la historia del protector de la vida salvaje David Sheldrick y de su esposa, Daphne, quien se convirtió en una buena amiga de la familia.

Durante su paso por Oxford Scientific Films aportó a esta institución su experiencia y su personal visión del mundo animal, pero, por encima de todo, su enorme talento creativo y su habilidad para inspirar y motivar a los que trabajaron, con él. Con ellos realizó Trampa mortal y Encuentros sexuales florales, sobre la polinización.

CONSERVAR SALVAJE, LA VIDA SALVAJE

William Travers no aceptó nunca la cautividad ni menospreció sus consecuencias sobre los animales. Invirtió sus mejores cualidades, la compasión, la capacidad de liderato, la determinación y su profundo amor hacia la vida y los lugares salvajes, para, de alguna manera, mejoras las cosas. En la escena que abre su primer documental, Los leones son libres, la cámara enfoca las caras de unos leones cautivos en un zoo y la voz en off sentencia: "Podemos aprender tanto de las caras de los leones enjaulados como de las caras humanas encerradas tras los barrotes de una celda".

Su compromiso le llevó a fundar, en 1984, Zoo Check (ahora The Born Free Foundation, cuyo lema es "Conservar salvaje la vida salvaje"). Bill se sintió profundamente impresionado al conocer el triste destino de la elefanta Pole Pole, con la que trabajó en Kenia a finales de los 60: el zoo de Londres. Aunque en un principio dudó entre luchar por mejorar los zoológicos o lanzar una campaña para promover su desaparición, finalmente optó por crear Zoo Check, proyecto con el que se propuso hacer la vida más incómoda a los zoos, que hasta aquel momento habían trabajado libres de ningún tipo de control público. Personas estrechamente vinculadas al mundo de los zoológicos han reconocido la responsabilidad de Travers en la desaparición de ciertas actitudes o tentaciones de autocomplacencia injustificada que eran frecuentes en el pasado.

Bill nunca se rindió en su lucha por el cambio de las situaciones y actitudes que lo enfurecían. Sentía rabia moral frente a quienes trataban a los animales como si fueran objetos y no seres vivos y odiaba el sufrimiento innecesario y la trivialización de la vida. Recorrió durante largos meses toda Europa para estudiar las condiciones en los zoos del continente, alojándose en pensiones modestas, con el único propósito de poner fin al sufrimiento y forzar el anhelado cambio. En una ocasión afirmó: "Nunca sabremos cuánto hemos perdido al aislarnos del resto de las criaturas con las cuales compartimos este mundo, esta experiencia a la que llamamos vida. Hemos esclavizado a los animales, y al hacerlo hemos conseguido convertirnos en esclavos a nosotros mismos".

El y su esposa y compañera de equipo Virginia McKenna se rodearon de gente inspirada en sus mismos ideales: expertos en vida salvaje, veterinarios, miembros del Parlamento y miles de personas anónimas. Quienes nunca lo conocieron se contagiaron de su convicción, su determinación y su perseverancia, porque en él encontraron un punto de partida para su preocupación por los animales salvajes y un medio para hacer algo positivo por ellos, a menudo luchando contra fuerzas aparentemente insuperables. Bill Travers solía decir a menudo: "No es que me interesen más los animales que los seres humanos. Simplemente me interesa la vida."

HASTA EL FINAL

Su espíritu generoso lo mantuvo firme en la lucha hasta el final de sus días, siempre lleno de determinación y voluntad de esfuerzo, aplicando su imaginación para el desarrollo de nuevas iniciativas e ideas. Entre sus últimas preocupaciones estuvieron los animales de laboratorio o las condiciones de los zoos turísticos en España, Francia e Italia. También le quedó tiempo para investigar los estragos psicológicos que causa la cautividad en los animales, para ayudar a diversos estudiantes de cine a preparar sus tesinas, para leer y escribir libros, para estar con su familia, para admirar la naturaleza... William Travers nunca se quedó quieto, siempre actuó, siempre procuró ser efectivo, y siempre tuvo como aliados un fino sentido del humor y su honestidad. Incansable luchador, nunca se permitió un respiro porque, según sus propias palabras: "Cada vez que siento la tentación de relajarme pienso en todos esos hermosos animales salvajes y sus crías, con los que compartimos este mundo, pudriéndose miserablemente en sus prisiones pestilentes, y pienso en esa gente que los retiene en esa completa privación sólo para que nuestros niños puedan pasar un buen rato en el zoo... eso es suficiente para que me levante de un brinco, completamente recuperado. Un día la primavera llegará, me digo a mí mismo."

Bill Travers tenía el don de saber sacar lo bueno de todo aquello que la vida nos ofrece. Su gran legado es su ejemplo, su vida y su trabajo.


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