María Orlinda Montiel. Entrañable amiga de los animales - Flora Aguilera

ADDAREVISTA 27

María Orlinda Montiel es una mujer de gran cultura, elegante, alegre y dinámica, valiente y apasionada. Apasionada por la lectura y la música, pero, sobre todo, por la naturaleza. Hasta tal punto que ha dedicado su vida a defender a aquellos que no tienen voz: los animales.

Proteccionista

"Víctor Hugo hablaba de la inmensa tristeza que le producía el pensar que la naturaleza habla pero el hombre no escucha" -nos dice-. Ella también ha sentido siempre esa tristeza. Por eso, cuando llegó a Melilla, en el año 1969, y vio cuan necesitados estaban los animales de esta ciudad, fundó con sus propios medios la Sociedad Protectora de Animales que, desde entonces, preside. A partir de ese momento puso en marcha una campaña entre sus amigos y logró así crear un grupo de socios que aportara lo necesario para sacar adelante el refugio. Jamás ha recibido ayudas oficiales: "hay dinero para todo -explica-: fiestas, deportes...; pero ni siquiera en Navidad se da algo de dinero a la Protectora para comprar alimento a los más de 600 animales que cobija". Así pues, ha sido únicamente su filosofía de vida, su espíritu fuerte y su mucho amor por aquellos que más ayuda necesitan lo que la ha animado a seguir adelante.

A pesar del esfuerzo, ella misma ha tenido que reconocer a la prensa que "los albergues tienen un tope y no pueden acoger a todos aquellos seres vivos que los desaprensivos dejan tirados como si fueran basura". Las instalaciones, a pesar de estar bien acondicionadas y siempre limpias, se quedan pequeñas. Alimentos y medicinas tienen que sufragarse con las aportaciones de los socios y las actividades de los voluntarios. Para poder pagar todas las facturas que le llegan, María Orlinda ha tenido, en ocasiones, que subastar sus propias joyas o alguna de sus pertenencias más preciadas. Y es que "nacen muchos más animales que dueños responsables". Y ellos dependen del cariño de su dueño para vivir. Porque únicamente el cariño, la comprensión y la caridad pueden lograr que los animales sean compañeros en nuestro camino por la vida. Un camino que resulta mucho más agradable recorrer con ellos al lado.

"No tenemos ningún derecho a maltratarlos ni a dejarlos abandonados a su suerte -asegura María Orlinda-. De no ser por el refugio, cientos de animales se verían condenados a la cámara de gas. Y aquí, aunque no les falta de nada, necesitan de todo".

Anti-taurina

La labor de Montiel, sin embargo, no se limita a presidir el refugio. La presidenta de la SPA trabaja incansablemente para que la sociedad melillense adquiera conciencia de la importancia de respetar las especies. Para conseguirlo, colabora asiduamente con la prensa escribiendo artículos y reportajes que transmiten su pasión por el reino animal. En sus escritos se muestra como una anti-taurina convencida. Anti-taurina y "anti-todo lo que sea cruel, bárbaro y suponga un atropello a cualquier ser vivo, sea persona o animal. Porque todos sentimos, todos tenemos carne, sangre y músculos. El plarfeta no sólo es nuestro: es de todos. Y resulta absolutamente intolerable que unos cuantos se enriquezcan a costa del dolor de unos seres indefensos. Tampoco de los propios hombres, por supuesto. Lo triste es que el ser humano puede hablar y defenderse, mientras que los otros seres viven el dolor más tremendo porque es un dolor mudo, ya que nada pueden hacer para protestar. ¡Los toros! -se expresa indignada-, ese vil espectáculo en el que la única fiera es el hombre y el único que tiene razón es el infeliz astado!". María Orlinda no chaquetea. Su vida es un fiel reflejo de lo que piensa y dice. Por eso, cada vez que escucha a alguien defender las corridas, se pregunta cómo es posible que no se le caiga la cara de vergüenza. La única respuesta es que quien defiende y tolera esta barbaridad carece de ella y de escrúpulos. Porque para torturar a un ser vivo por pura diversión hace falta tener el corazón como un peñasco. "Practicar la maldad hasta el extremo de torturar hasta la muerte a un infeliz animal que lo único que pretende es huir de sus atacantes no sólo es sádico, es demencial" -razona Montiel.

"¿Qué clase de nación puede llamar «fiesta» a este espectáculo cruel? ¿Cómo se puede tratar así a un animal ante la indiferencia de las autoridades?"; estos son algunos de los interrogantes que se plantea. Sus reflexiones nos obligan a preguntarnos por qué son siempre ellos los que acaban pagando los errores y las estupideces del hombre, ese ser egoísta que, a pesar de haber ocasionado daños irreparables en su entorno, sigue creyéndose el "rey de la creación". El, el que crea problemas allá por donde va, el que mata, tortura y abandona a otro ser vivo, olvidando su responsabilidad, el que ha provocado la destrucción de la fauna marina, la enfermedad de las vacas locas, el que enseña al perro a atacar y luego lo denomina "especie agresiva", es el mismo que se considera amo y señor del mundo. Y, tal y como explica María Orlinda, los animales no pueden decir "estoy enfermo", "me duele aquí" o "¿por qué me haces esto?". Por eso, "el rey saca sus propias conclusiones, siempre, naturalmente, a su favor, y siempre caen los mismos: los más indefensos".

Conservacionista

En Montiel, sin embargo, los animales de Melilla tienen a una amiga entrañable, a alguien que no se cansa de luchar por ellos, que defiende sus derechos. Porque también los tienen, aunque haya a quien no le interese saberlo. La labor que realiza esta mujer, su ideal y la filosofía de vida que transmite son imprescindibles en una sociedad que se precie de avanzada, progresista y culta. "Respeta a las criaturas como ellas te respetan a ti". Es lo que pretende enseñarnos, y no mediante muchas palabras y pocas acciones, sino predicando con el propio ejemplo. Así, poco a poco, y gracias a personas como ella, el hombre empieza a comprender que "somos una cadena y que toda criatura, hasta la más ínfima, tiene una misión que cumplir en la naturaleza. Y, ¡ay de nosotros si siguen desapareciendo al ritmo actual tantas especies de plantas y animales!". Valiosas lecciones. El mejor modo de aprenderlas es, sin duda, incorporándolas a nuestra vida y haciendo de ella otro ejemplo a seguir.


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